entrevista exclusiva

Fernán Mirás: “ART me fascina”

Tras superar una dolencia que lo apartó por un breve período de los escenarios, el actor vuelve con obra, película y muchos proyectos más.

Fernán Mirás está feliz. Recibe a diario Hoy en un exclusivo hotel de la Ciudad de Buenos Aires en el que brinda junto a Pablo Echarri y Mike Amigorena, sus compañeros de ART, el éxito que se presenta en Multitabarís Comafi. Responde con convicción y seguridad cada una de las preguntas que le disparamos. Además de ART, viene de rodar su segunda película como director, protagonizada por Natalia Oreiro, y se prepara para la celebración por los 30 años de Tango Feroz. Por acá algunos de los fragmentos de esta imperdible charla con una de las figuras más queridas de la escena nacional.

—¿Cómo estás? ¿Salud?

—Muy bien. Ya pasó del episodio más de un año. Ando muy bien, la verdad, impecable. Estoy recontracontrolado, además. Estoy perfecto, sí.

—¿Hubo que cambiar mucho la vida?

—No, solo a favor, porque dejé de fumar de manera sorpresiva, facilísima, como si me hubiera olvidado de fumar. Yo quería encontrar una excusa para dejar y dije voy a encontrar una excusa. Pero bueno, estuve en terapia intensiva creo que dos, tres semanas. En ese tiempo no fumé porque estaba en terapia intensiva, y después de la primera semana me pusieron un parche de nicotina y dije: “Ah, ¿viste qué onda?”. Pero además me pasaba que me resultaba raro. Igual estaba con morfina, entonces le desconfiaba; y cuando salí me di cuenta que es como si me hubieran extirpado el recuerdo de fumar.

—¿Y no te vuelven las ganas?

—No, creo que en un año y pico, tres veces me vino como la sensación de que me fumaría un cigarrillo y enseguida la pude cambiar.

—Un año de cambios y en donde volviste a dirigir cine. ¿Qué podés contar de Casi Muerta?

—Es una comedia sobre cuatro amigos, con Natalia Oreiro, Diego Velázquez, Paola Barrientos y Ariel Staltari.

—Elencazo, como en tu anterior película…

—Exacto. Yo además tenía un elencazo que vino como de onda, no lo podía creer. Darío Grandinetti venía de filmar con Almodóvar y venía a comerse un sándwich, digamos. Casi que ganó comerse un sándwich en la película. Todos muy a pulmón y eso es un montón porque tenés que venir a trabajar por el mínimo. Fue un regalo. Y además para mí el trabajo con los actores es replacentero y muy fácil. Pero bueno, supongo que tiene que ver con que los conozco además como compañeros. Entonces, si bien no puedo saber lo que piensan todos los actores porque todos son distintos y todos tienen una distinta manera de trabajar y les sirven distintas cosas, es como que siento que sé lo que están pensando.

—¿Y tenías otra idea?

—Hay cosas que pueden ser de una manera o de otra. Porque el tema es que lo esencial es tal cosa. En la escena tiene que pasar tal cosa y el modo en que pasa es esto. Y si al actor se le ocurre una variedad de eso, una variante dentro de eso, a veces no te cambia nada. Y a veces también hay algo que tiene que ver con que cuando el actor está ofreciendo algo, es más personal lo que está haciendo. Entonces, dejar lugar a eso me parece que es buenísimo y que a la vez tenés que ser muy claro en lo que no. En lo que no sirve a la escena, digamos. Porque tenés que pensar y tener muy claro mucho antes qué es lo que cuenta la escena y si eso aporta o no. Pero sí, a mí me reinteresa escuchar a los actores. Lo peor es que la diferencia grande que me genera mi experiencia como actor es que yo no le tengo miedo a los actores y sé que van a tratar de aportar. Y también a veces el actor viene con una idea de lo que es la escena y puede haber aparecido en los ensayos y en lo que hablamos; y de golpe no te das cuenta y es muy difícil ver dónde está la diferencia. Y uno dice: “No era esto, era esta otra cosa”. Pero a mí todo eso me resulta fascinante, como que demanda mucha concentración. Cada vez me es más fácil salir de un área y entrar a otra. Pero también porque me siento como que ese idioma lo hablo hace mucho y porque yo como actor veo a otro compañero mío actuando y sé lo que está buscando. Si está buscando la emoción, sé cuándo un actor se aleja, se acerca o se aísla o hace chistes. Sé que a veces está buscando algo. A veces la escena demanda como cierta relajación y que te chupe un huevo la escena porque ya sabes la letra y porque es una escena cuyo estado es más que eso. Y ves un actor jodiendo y no está jodiendo. Está jodiendo con el equipo o no sé qué y es justamente lo que necesita, o a veces ves un actor que se va a otro cuarto y sabés que está concentrado en que tiene una escena emocional por ahí tres tomas después. O tal vez lo que me pasa es que yo eso me lo leo más fácil porque lo entiendo más rápido. Entonces me es más fácil no interferir, saber cuando dejarlos, procurarles ese espacio o un tiempo para la escena.

—¿Y qué pasa con ART? Obra superprobada. Entonces te encontrás con compañeros jugando un poco, comiendo aceitunas, todo lo que sucede...

—Ahora, por ejemplo, que vengo de dirigir la película, es como una vacación. Porque para mí actuar, que es lo que hice toda la vida, implica menos responsabilidad. Es raro, porque yo estoy expuesto, pero estoy expuesto de toda la vida a ese rol. Entonces uno tiene otras herramientas para defenderse. Yo cada vez que he estrenado una obra y hay algún quilombo sé que me tengo que ir; es como que no escucho, logro no escuchar conversaciones si hay quilombo. Y como director tenés que escuchar todo lo que estás diciendo. Entonces como actor voy, me siento y digo lo mío. Entonces es muy placentero. Me pasó la otra vez también después de dirigir, como que lo primero que actúo es como, “oh, vacaciones”. Y más esta obra, que la hicimos, es el tercer año. Además en el medio la hicimos en Chile, y lo que me pasa es que la obra a mí me fascina.

—¿La habías visto en origen?

—La había visto cuando la estrenaron, y después, en un viaje de casualidad en Nueva York, que estaba filmando algo, un programa de televisión, se me hizo un bache de tres horas y estaba en Broadway, estábamos filmando algo de Telefé, ahí. Y miré y vi ART. Y dije: “Tres horas, me meto a ver a las tres de la tarde”, y estaba todo vendido, pero si compras una sola, conseguís. Entonces conseguí una rebuena ubicación y, si bien acá me había cagado de risa toda la obra, allá la vi y lloré toda la hora. Me conmovía mucho y dije: “Mierda, ¿qué me pasa? ¿por qué me conmueve tanto?”. Me parece que tiene que ver con el hecho del tratamiento de la amistad de una manera tan extraña. Lo que me fascina mucho es que el cuadro es blanco, siento un montón de analogías con cosas. Siempre sentí, por ejemplo, las veces que me enojé con amigos y decía: “¿Por qué me enoja tanto esto?”. Y es porque los quiero, entonces me decepcionaba, entonces me enojaba más. Y veo que trata de eso la obra, como de amigos que de una boludez van haciendo una cosa cada vez más grande.

Tango Feroz, la leyenda de Tanguito, su primer éxito

El boca a boca hizo que Tango Feroz, la leyenda de Tanguito, ópera prima de Marcelo Piñeyro, protagonizada por Fernán Mirás, se convierta, rápidamente en un éxito del cine nacional, recaudando más de 4 millones de dólares. Además, la banda sonora se ubica como uno de los discos más vendidos del rock nacional, detrás de otro clásico, El amor después del amor, de Fito Páez. Por acá Mirás recuerda su paso por el filme.

—Treinta años de Tango Feroz, contame algo que te acuerdes de la película…

—Yo cada vez que la he vuelto a ver, no puedo creer que es una ópera prima. Es muy compleja, muy difícil de hacer, muy complicada, muy cara en esa época. Y una película que costó mucho hacerla porque salió un huevo y porque no conseguían manera de financiarla, porque todos estaban convencidos de que ningún joven iba a ir a ver esa película y parecía para un público joven que no existía. Para mí fue muy fascinante ver el recorrido generacional que tuvo. Porque yo lo vi, lo iba viendo, de golpe se empezó a correr una bola. Primero vi, como Marcelo me dijo, la película no va a durar más de una semana más porque la están matando porque viene Jurassic Park y Propuesta Indecente, y querían ocupar todas las salas con esas películas, los tanques que venían a los cuales hizo mierda la película. Pero entonces que la gente sola, por ir, por el boca a boca, empezara a estallar y Marcelo diciéndome: “No podemos creer lo que está pasando”, y yo preguntaba “¿Qué está pasando?”. Se llenaron todos los cines, empezaron a abrir salas. Es un recuerdo y te genera eso de que alguna vez en la vida uno diga: “Que bueno que me pase esto con una película”. Yo vi que los jóvenes seguían llenando los cines y empezaron a comprar el CD. Entonces después ponían el CD, y yo sé de seis anécdotas para empezar fácil, donde alguien escuchaba y el padre decía: “Boludo, ¿qué estas escuchando?”, e iba el tipo y sacaba los vinilos y compartían una versión y los hijos descubrían que los padres habían sido jóvenes. Para mí tiene que ver con que la dictadura dejó a toda una generación sin hablar más de esa época. O sea, más allá de por la tragedia, digamos, pero para el que no tuvo una situación cercana de desaparecidos o algo, igual tampoco se habló más, como si hubiera quedado ligada la dictadura al final de toda esa época, ir a La Cueva, escuchar bandas. Y una amiga de mi vieja, pacata, usaba las botas que tenía Cecilia en la película. Y yo la miré y me contó que fue a La Cueva. Para mí hubo algo de ese encuentro generacional entre padres e hijos que después sacaban la entrada e iban juntos. Y después recuerdo que es una película también que la gente quiere mucho, o sea, al que le gustó lo tiene muy ligado a un aspecto, a un momento, tengo mil anécdotas.

Los tiempos antes del hit

—Yo estudiaba Bellas Artes, había empezado a trabajar porque se me había dado y estudiaba teatro. Pero yo pensaba que quería ser pintor y pensé que me gustaba estudiar teatro. Y bueno, me definió vocacionalmente. Yo dejé la plástica ahí, ya me había recibido de profesor y fue un encuentro vocacional, era un personaje que era como The Doors con Atrapado Sin Salida y Expreso de Media Noche. Tenía cagazo de hacerlo mal, un cagazo padre. Tenía veinte años yo. Decía: “¡Mierda!, ¿si me sale mal esto?”, ¿viste? Es un papelón, y además filmaba todos los días. Era como me dijo el asistente de la película: “¿A vos te vamos a colgar en una percha y te dejamos en el motorhome?”.

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