entrevista

Franco Verdoia: “Creo que todo el capital sensible que tengo estuvo en mi infancia”

Tras una exitosa temporada en el Teatro Cervantes, el director se muda a la calle Corrientes de Buenos Aires.

A partir del 11 de enero de 2025, la obra Matar a un elefante, de Franco Verdoia, se presentará los días sábados de enero y febrero a las 20 horas en el Teatro Metropolitan (CABA) y con él hablamos para saber detalles de la puesta y la mudanza de sala.

—Cuando surgió la posibilidad de la obra, no sé si ya por ahí imaginabas que podría tener una continuidad en otro espacio como otras obras que pasan por el Cervantes, ¿cómo fue un poco esta posibilidad de volver ahora en el Teatro Metropolitan?

—Para mí fue la primera experiencia oficial Matar a un elefante en el Cervantes, con lo cual esa experiencia estuvo siempre desde el inicio cargada de mucha expectativa, de mucha ilusión y de la certeza de que Matar a un elefante habiendo pasado por el Cervantes, iba a tener una vida más allá de él. Felizmente nuestra temporada fue preciosa, tuvimos muchísima repercusión y eso nos dio un lindo trampolín para continuar, continuamos en el Espacio Callejón, hicimos una pequeña temporada allí, vinieron las nominaciones de los ACE, las cinco nominaciones, que eso nos dio como un aire súper fresco al proyecto y ahí aparece la posibilidad de formar parte de la temporada de verano en el MET, que por supuesto, bueno, elevó un poco la puesta de la expectativa que teníamos, porque es todo un desafío para nosotros, somos una compañía de teatro independiente, no tenemos un perfil comercial, pero estamos muy confiados en que la obra tiene mucho para sostener y para dar y para poder hacerle frente a esa espectacularidad que ofrece el MET como sala, como espacio, como visibilidad en calle Corrientes, así que estamos ahí trabajando mucho para difundir, para que se conozca que vamos a estar ahí y para que la obra llegue a otros espectadores que tal vez no son habitués del circuito más independiente o del circuito Cervantes, sino que se nos abre otro panorama.

—Otra vez Córdoba en la obra, es un lugar a donde vos volvés obviamente por tus raíces, pero ¿es algo que te permite explorar y reflexionar?

—Sí, por momentos tengo la sensación, y sobre todo con esta obra, con Matar a un elefante, que refiere mucho al personaje ese que se fue y que vuelve, tengo la sensación de que es una suerte de maldición personal no poder escaparme de ese relato, de esa narrativa, de esa narrativa de ciudad pequeña del interior, en el que suceden muchas cosas. Creo que todo el capital sensible que yo tengo, evidentemente estuvo en mi infancia, en mi infancia y en mi adolescencia, y lo que estoy haciendo ahora simplemente es echar mano a ese acervo, y en algún momento, bueno, confío que se agotará, y cuando se agote pasaré a otro tema. La próxima obra, que se llama Nido de lagarto, vuelve otra vez a sentarse y a hacer pie en esta ciudad, que podría ser la misma, el mismo pueblo del interior de Matar a un elefante, o de Late el corazón de un perro. Evidentemente ahí hay un universo que está en resonancia y que también me da la posibilidad a mí de escribir. Yo no sé, si tal vez yo me metiese con otro tipo de geografía o de territorio, no sé si podría fluir de la manera en la que fluyo desde mi imaginación, porque todo tiene que ver con qué cosa activa tu imaginación. Y la realidad es que hay recuerdos reales personales, digamos. Porque la realidad es que cuando yo pienso un conflicto, o una escena, o un plot, o una situación, y rápidamente echo raíz en mi lugar de origen, y fundo esa escena, esa situación, hay algo que me pasa en mi imaginación que se extiende, se expande, y empiezan a producirse un montón de sensaciones y sentidos que se ponen en relación, como si se activara algo del orden neurológico, creativo, que fluye muchísimo. Entonces, me parece que en tanto me siga sucediendo eso como proceso, evidentemente tendré que seguir yendo a ese espacio, a ese espacio que es un espacio imaginario, porque está bien, yo soy de ahí, vengo de ahí, pero evidentemente se fundó en mi cabeza, en mi imaginación, un territorio, y bueno, en ese territorio vive gente, pasan cosas, hay animales, hay situaciones delirantes. Voy ahí, voy ahí y encuentro ahí mucha fertilidad. Después, por supuesto, entra la estrategia narrativa como para que eso tenga sentido y esté enmarcado en un relato que empiece y termine y que sea entretenido para quien lo ve.

—¿Cómo fue imaginar la puesta en otros escenarios? Imagino que así como el Cervantes tenía esa mística que tiene particular con su lugar, en los otros espacios también debe haber surgido y ahora, en el MET debe haber algo, o necesita o requiere de algo más grande...

—Mira, cada espacio casi te diría que supone para mí una reescritura del material, en el sentido, no es que vuelvo a escribir la obra, pero vuelvo a revisitar ese cuento desde una perspectiva diferente, porque la distancia del espectador es otra, la experiencia de El Callejón fue totalmente diferente a la del Cervantes, a pesar de que el público tenía una cercanía similar, las salas tienen más o menos la misma capacidad de espectadores y, sin embargo, la sensación del transcurrido de la obra era diferente. Me parece que en el MET, bueno, no sé qué nos va a pasar, pero estamos ya desde hace un tiempo revisando cuestiones que tienen que ver con la proyección, la escenografía, modificando algunos elementos visuales para que puedan percibirse de otra forma, bueno, cuestiones que hacen justamente a pisar un escenario que es bastante diferente a cómo nació esto ahí en el Cervantes.

Noticias Relacionadas