Julio Bocca, el exquisito regreso de un grande

Al frente del ballet de Uruguay, el afamado artista presentará esta noche un programa con clásicos como Don Quijote, El Corsario y dos obras contemporáneas. En una charla íntima con este medio, habló de su visión sobre la danza en la región latinoamericana

Ha pasado una década desde que la vida de Julio Bocca tuvo un cambio rotundo. Sucedió que el bailarín, de técnica precisa y responsable de acercar este arte elitista a las multitudes, abandonó los escenarios para dedicarse a disfrutar de la vida, tras 27 años de carrera profesional bajo el rigor del ballet.

Con la libertad y el tiempo libre que le brindó el retiro, Julio transitaba sus días de ocio entre la Argentina y Uruguay. Fue en las playas nudistas de este último país donde conoció a su actual pareja. Ahora, el artista vive alejado de la exposición mediática, elige resguardarse y preserva su intimidad como un preciado tesoro.

En cuanto a su costado profesional, desde hace un tiempo, el bailarín es director del Ballet Nacional Sodré de Uruguay. Recientemente, anunció su visita al país con un programa que contiene extractos de grandes obras como la suite de Don Quijote, el pas de deux de El Corsario, One and others y Without words. De esta manera, el ballet realizará una serie de presentaciones, una de las cuales será mañana, a las 21, en el Teatro Coliseo Podestá, en la calle 10 entre 46 y 47. 

En diálogo con este medio, Bocca habló sobre el espectáculo que lo trae a la Argentina. También confirmó que dejará la dirección del Sodré porque “quiero estar más tiempo con los bailarines y como director tenía que estar en muchos lugares a la vez”.

—¿Cuál es tu mirada sobre la danza en la Argentina? ¿Hay renovación entre los bailarines?

—Desde los comienzos, la renovación fue evolucionando y siempre hubo primeras figuras como Herman Cornejo, que hoy es un artista de relevancia en el American Ballet, Marianela Núñez en el Royal Ballet, Ludmila Lapagliaro de la Ópera de París. Son bailarines argentinos que triunfan por el mundo, quizás sus nombres no son tan reconocidos pero sí están trabajando en compañías europeas y americanas. De esta manera, la perseverancia y la evolución es inmensa. Debemos brindar posibilidades a las nuevas generaciones, por eso hay compañías tan interesantes en la Argentina de la mano de Iñaqui Urlezaga en La Plata. En el Teatro Colón y en el Teatro Argentino de La Plata hay varias compañías donde se puede empezar y trabajar. Cuando uno adquiere una carrera internacional, se radica afuera porque lamentablemente acá no existe una estructura armada con una programación y proyección que te dé la posibilidad de trabajar o de ejercer como se da en cualquier lugar del mundo. 

—Trabajaste durante siete años en el Ballet Sodré de Uruguay, ¿no te dan ganas de volver a la Argentina?

—Estoy muy bien, terminó mi gestión como director de la compañía e inició otra etapa de mi carrera. Ahora, se trata de explorar, de montar obras y trabajar en otros repertorios. Es decir, estar inmerso en el día a día, involucrarme de lleno en otras aristas de las producciones. Quiero otro camino y tener la posibilidad de estar más con los bailarines. Me voy a trabajar a otros lados porque uno cuando forma parte de instituciones del gobierno hay una burocracia o una cuestión de miedo al cambio. 

La disciplina dentro de la institución sigue siendo una isla, están todos contratados, la estabilidad no existe más. También se ejerce durante ocho horas, cosa que nunca antes sucedía, y ahora es obligatorio. Así, se busca la conciencia, la excelencia de querer más. Esto es lo que puedo enumerar, pero veo que hay otras dependencias en las que no se ve ningún cambio. La compañía de danzas va por todos lados pero el resto, no. 

—¿Cuál es el placer que encontrás en la enseñanza? 

—Me gusta poder transmitir cómo se hace un paso o cómo un bailarín o coreógrafo te aconseja en la manera de interpretar a un personaje. Esas cosas son las que me gustan. Luego, cuando se baja el telón, ves los resultados de lo que quisiste decir con la actuación, cómo cada uno transforma los conocimientos y le pone lo suyo.

—¿Qué es lo que más extrañás de ser bailarín?

—Creo que nada, porque tuve una carrera maravillosa. Uno continúa en el escenario a través de otros trabajos o de lo que le transmitió a los bailarines. Uno ama lo que hace, la música, pero yo estoy seguro de que no volvería a bailar. 

—¿Tenés deseos de ser padre?

—Sí, eso está presente, tengo ganas y ahora estoy muy bien así. Inicio una nueva etapa en la que estaré viajando mucho y para tener un hijo uno debe estar al ciento por ciento. Me imagino siendo muy exigente como padre, ordenado y eficiente pero también divertido, soy medio payaso. 

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