Las cosas tienen movimiento, el libro que recorre y homenajea los 40 años de la Trova Rosarina

Publicado por la editorial provincial de Santa Fe, recopila perfiles, historias y entrevistas de los protagonistas de aquella escena musical.

Rosario, comienzos de los 80, fin de la dictadura, Guerra de Malvinas. En medio de ese clima, jóvenes de mano caliente, trágicos, dramáticos, talentosos, irreverentes, vivos. Y con un elemento implacable para comerse el mundo: melodía, armonía, ritmo, historias que contar. O sea: más que un puñado de buenas canciones en un tiempo en el que estaba prohibido pasar música en inglés por la radio.

Aquel movimiento recibió el nombre de Trova Rosarina y el reciente libro Las cosas tienen movimiento. 40 años de la Trova Rosarina (Santa Fe Cultura Ediciones) traza un recorrido esencial, variado, imprescindible sobre aquella escena vital en la historia de la música argentina.

El compilador Horacio Vargas eligió y seleccionó un variado grupo de periodistas y escritores que a través de perfiles, entrevistas, testimonios y reseñas formaron una especie de fresco a gran escala de gran parte de todos aquellos involucrados. Juan Carlos Baglietto y su disco esencial Tiempos difíciles (especie de punto germinal e iniciático), Fito Páez como hijo pródigo de su ciudad y jovencísimo al lado de sus colegas, Jorge Fandermole, Silvina Garré, Adrián Abonizio, Rubén Goldín, Lalo de los Santos y Fabián Gallardo.

Canciones de fina escritura, muchas de ellas trabajadas con detalle y paciencia de orfebre, sobre una instrumentación rockera pero que se pensaba más allá: corazón melódico implacable y abriéndose a otros géneros, sobre todo el folclore y el tango. Basta citar apenas un par que están grabadas para siempre en el inconsciente colectivo: Mirta, de regreso, El témpano, La vida es una moneda, Era en abril.

Quizás como en ninguna otra escena que se piensa dentro del rock argentino haya referencias y tanto diálogo explícito con otras músicas regionales. Basta pensar en, por ejemplo, Abonizio, Páez, Fandermole para graficar. Y, por ascendencia natural, el maestro Litto Nebbia.

Además de las entrevistas y perfiles de cada uno de los integrantes de aquel movimiento, el trabajo incorpora notas y testimonios de artistas cercanos y familiarizados con la Trova: el ya citado Litto Nebbia, Liliana Herrero, Pichi de Benedictis. Asimismo, incluye ilustraciones del dibujante El Tomi y un epílogo de Gerardo Rozín, escrito especialmente para la edición apenas un tiempo antes de su fallecimiento. Una obra 100% rosarina.

Fragmento de Rosario, 1982, texto inédito de Gerardo Rozín incluido en el libro

“La Trova Rosarina fue el big bang antes del big bang. Solo pudo pasar en esa ciudad. En ningún otro lugar se concentraba la densidad y la temperatura de aquel universo. (…) Me pego un tiro con la palabra, que alguna vez fue tan transparente. Eso era Rosario y eso éramos todos los rosarinos: las ganas de decir eso.

En otros lugares de la Argentina hacían rock o lo jazzeaban o hacían bossa nova o hacían folklore, pero siempre metidos en los géneros, La Trova fue mezcla, fusión, tránsito. Lo que no había. La Trova fue también el grito. Y el grito del cansancio. La osadía contar lo que pasaba”, reza parte del epílogo escrito por el conductor.

Noticias Relacionadas