[Entrevista a Enrique Pinti]

“Lo bueno que tiene la edad es que dejás de decir tantas idioteces”

Enrique Pinti llega esta noche con Salsa Criolla, el espectáculo que desde 1985 repasa la historia argentina, la cual no parece cambiar, según afirma el artista. En una charla distendida con diario Hoy, único medio de la ciudad que accedió al capocómico, analiza la actualidad política y del espectáculo

Pasaron ya 31 años desde que Enrique Pinti se subió a las tablas con Salsa Criolla, la obra que recorre la historia argentina y que se convirtió en el éxito más rotundo, con diez temporadas en escena, 3.000 presentaciones, tres millones de espectadores y los más prestigiosos premios a nivel local e internacional. Hoy, la “salsa” está más vigente que nunca.

Esta noche, a partir de las 20.30 en el teatro Coliseo Podestá (10 entre 46 y 47), Pinti agitará la olla y salpicará a todos con lo mejor de su repertorio. El artista de 76 años, de mente lúcida, verborrágico y sumamente crítico de los tiempos que corren tuvo una intensa charla con Hoy, único medio platense que logró tener la exclusiva, en la cual repasó sus años arriba de las tablas, la vigencia de esta pieza teatral y el ADN argento.

—¿Qué recordás de aquel momento en que nació Salsa Criolla? 

—En marzo del 85 yo estrené y las perspectivas eran importantes porque la democracia recién había sido recuperada. Realmente era una gran oportunidad para poder hablar y contar la historia de la Argentina como ya había hecho con el cine y el tango en otras obras. 

En las épocas de censura y dictadura no podía hablar con toda la libertad que quería. Entonces, para mí Salsa criolla fue muy importante. De entrada yo ya tenía 46 años. Era un señor grande, maduro, y tenía la posibilidad de decir lo que pensaba arriba de un escenario. Para mí eso fue importantísimo a pesar de que en el 82 había estrenado en un teatro grande, el Coliseo de Buenos Aires, el espectáculo Pan y circo, que era la historia del mundo, dirigida por Antonio Gasalla. 

Era para mí muy importante dar el paso de los teatros independientes y de los café concert, incluso de mis intervenciones como cortinero y monologuista en el Maipo, a estos escenarios más grandes. Fue durante esas funciones y durante todo ese año con la Guerra de Malvinas como trasfondo cuando fui pergeñando esta historia de Salsa criolla.

—Teniendo en cuenta el contexto en que surgió, ¿cómo es hoy la obra?

—La historia que cuento abarca desde el descubrimiento de América hasta la bicicleta financiera de los 70. Ese es el núcleo que no ha variado. Pero siempre  ha tenido un monólogo de presentación y otro de cierre sobre la actualidad: ahí entra el tarifazo, entra López con las monjas, etc. Además, están los sketch sobre la actualidad en donde yo hago anacronismos, es decir, mezclo a Isabel la Católica que le dice a Colón que se lleve toda la mier… de su reino. Ahora ella le dice que se lleve a Lázaro Baez, le dice que se lleve a las monjas, a la “abogada hot”, a los presidentes con papeles en Panamá, a las expresidentas indagadas, a toda la mier… de hoy. Es un espectáculo generacional que no se agota. 

—Esto que contás pasa incluso si uno ve las filmaciones de la obra en el 95…

—Si, las que pasan por Volver son de las funciones de ese año. Mirá, la única ventaja de llegar a cierta edad con la cabeza más o menos bien -sino después todo lo demás son várices, que son una porquería-, es poder servirle a la gente. 

Las personas que nacieron en el 76, que fue el año del golpe militar, y ahora no son unos pendejitos, se creen que antes de eso el país era una maravilla. Casualmente, si las cosas del 95 te llegan hoy en día es porque nuestro país tiene algo que forma parte de un ADN. Este es un país que tiene cosas brillantes, premios Nobel, individualidades estupendas, pero es el único país que yo conozco (y yo sé algo del mundo) en el que siempre, desde que soy chico, hay problemas con la luz, el gas, los teléfonos y los servicios elementales. 

Ahora se le puede echar la culpa al gobierno anterior, pero esto es una cadena. Pasaba en el 49, cuando yo tenía 10 años y en el verano no había agua. En este país no hay inversiones. Los gobiernos hacen obras faraónicas pero no terminan las autopistas en la put... vida. Estas cosas, que parecen banales, no lo son porque modifican tu vida. Acá hay cosas que, aunque esté Macri, Cristina o Menem, no se solucionan más, porque las instalaciones que existen son de hace 50 años atrás. Son problemas estructurales.

—Los problemas de la Argentina no cambiaron, pero, ¿en qué cambió Pinti?

—En poder darme cuenta de estas cosas, por eso hablaba de la edad. Cuando yo tenía 30 o 35 años también cometía el mismo error de creer que antes era otra cosa. Eso ya no lo cometo más, porque la madurez o la vejez te da otras codas. La “gente de antes” son estas monjas de mier... que son dos turras bananeras, o esas personas que critican a los paraguayos y a los peruanos, cuando nosotros sabemos bien que el 95 por ciento de los males del país los cometen los argentinos. Entonces echarle la culpa a la inmigración es un error, que yo también cometí. Lo bueno que tiene la edad es que dejás de decir tantas idioteces.

—Y en cuanto al mundo del espectáculo, ¿qué cambió?

—En la tele ha desaparecido el humor de sketch. Ahora que murió Juan Carlos Mesa, que fue un grande, se perdieron esas cosas, esos programas que llenaron 50 años del humor argentino. Igualmente creo que hoy en día el humor en televisión se ha circunscripto a la sátira política de distinto nivel de profundidad. Como Campi con el NotiCampi, que incluso me imita a mí. Es un gran actor, muy versátil, que puede hacer lo que quiera. 

Pero hoy en día, un programa como el de Tato Bores no lo podés hacer, porque esos moldes no se repiten. Jorge Lanata trató de incorporar el humor pero tiene menos gracia que mascar jabón. Quiso hacer algo parecido pero lo que estaba denunciando eran cosas muy serias. Eso solo lo hacía bien Tato Bores, que era un genio. Lo mismo que Antonio Gasalla, que tiene que hacer un sketch dentro del programa de Susana Giménez. Las cosas que han perdurado son Mirtha Legrand y Susana, que se han mantenido por su carisma, porque no cualquiera puede tener ese impacto. Somos dinosaurios.

Del paso de comedia a la más frívola actualidad

Como comediante, Pinti se empapa de lo que pasa a su alrededor. No es ajeno a los problemas de la gente, a los aumentos, a las cosas que no funcionan y, por supuesto, a lo que ocurre cuando la política se calza los zapatos de vedette.

Semanas atrás presenciábamos una reunión épica que traería las más variadas críticas: Mauricio Macri y Marcelo Tinelli se reunían en Olivos ante una supuesta “pelea” que amenazaba al mundo del espectáculo o, al menos, al mundo del hombre de Bolívar.

—¿Qué opinás de esta situación entre Mauricio Macri y Marcelo Tinelli?

—Eso fue de una frivolidad absoluta. Yo creo que Macri y Tinelli son el mismo modelo, con la diferencia de que Macri es hijo de gente rica y Tinelli, de un periodista deportivo, más austero. Pero uno empezó como presidente de Boca, pasó a jefe de Gobierno y de ahí a Presidente de la Nación. Marcelo va por el mismo lugar, con la vicepresidencia de San Lorenzo y un éxito absoluto a nivel mediático. 

Yo lo conozco a Marcelo desde que era movilero para el Gordo Muñoz y era un tipo muy educado, encantador, que hizo su carrera bien desde abajo y se merece el éxito. Pero, lamentablemente, la política entró en un juego de frivolidades espantosas. Nunca un gobierno con tantos problemas como el de hoy se ha preocupado por una imitación. Eso es una estupidez porque es un chiste y encima hecho por Freddy Villarreal que es un cómico de primera y es muy profesional. 

Un presidente que se arriesga a decir que la solución para los tarifazos en el gas es abrigarse adentro de la casa se expone al ridículo. Él mismo se falta el respeto, no los que lo imitan. Lo que Macri hace es un chiste, pero a Tinelli le vino fenomenal. Que un presidente reciba a un productor televisivo para recibir disculpas por una imitación es una barbaridad. Yo, por suerte, me río de todo y sobre todo con mis colegas, que son maravillosos.

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