Lucía Lubarsky estrena El silencio de los hombres
La directora presentó anteriormente la serie Nosotras.
En El silencio de los hombres, Lucía Lubarsky, desde su propio seno familiar, analiza las diferentes masculinidades. Sobre la potente película y más hablamos en exclusiva con la realizadora.
—¿Cómo surgió la idea de la película?
—Nació de una gran incertidumbre que me venía rondando a mí, pero también a amigas, compañeras y colegas. ¿Qué preguntas se están haciendo los varones en tanto varones? ¿Qué les incomoda? ¿De qué violencias que viven y ejercen son conscientes? ¿Qué se animan y no animan a compartir de lo que viven y sienten? Así como nosotras, desde los feminismos, venimos compartiendo experiencias personales y colectivas y repensando los estereotipos y roles de género que nos atraviesan, muchas veces nos censuran y tras eso replicamos, nos preguntamos qué les estaba pasando a los varones con estos temas.
Cuando empecé a buscar referencias, identifiqué muy pocos relatos audiovisuales que abordaban estas preguntas o estos temas desde un lugar cercano y no solo informativo o de divulgación, sino desde una mirada personal. Me interesaba construir un relato en forma de preguntas encadenadas, que fueran cada vez más hacia el hueso o la intimidad. Ir de lo personal a lo social y de lo social a lo personal. Ahí entendí que la historia de los varones de mi familia, aunque era muy simple y pequeña, era un punto del que partir, porque se anudaban muchos temas que me interesaban tratar y recorrer. Los mandatos, lo no dicho, lo que se da por hecho sin hablar. En definitiva, la dificultad del diálogo abierto entre varones, especialmente entre padres e hijos.
—¿Cuándo supiste que ibas a registrar a más entrevistados que los dos originales?
—En realidad fue al revés, primero supe que iba a filmar con varones que no conocía. Pensaba hacer entrevistas y retratar la experiencia de tres varones de los que me interesaba su experiencia, por el momento que estaban viviendo y por su mirada de la masculinidad. Ellos, muy distintos entre sí y con orígenes y conflictos muy diversos, estaban viviendo momentos de replanteo de paradigmas. Esa heterogeneidad me interesaba para armar un relato de montaje paralelo. En el proceso, empecé a indagar en los varones de mi familia, especialmente en el vínculo de mi papá y mi hermano, y después de horas de charlas telefónicas entendí que era importante registrarlos y les pregunté si podía filmarlos. Pensé que eran solo entrevistas y terminaron siendo los protagonistas de la película. Ahí el documental dio un vuelco por completo que hoy agradezco. Siento que aterrizó en el corazón de la película, el núcleo.