Entrevista Exclusiva

Nicolás Prividera presenta Adiós a la memoria

El talentoso realizador, uno de los pensadores sobre cine más lúcidos, presenta su nuevo proyecto tras haber recorrido un sinfín de festivales y muestras. La última de ellas, el 21° Doc Buenos Aires.

Adiós a la memoria es la nueva propuesta de Nicolás Prividera, con proyecciones en la Sala Leopoldo Lugones y el Malba, de la Ciudad de Buenos Aires. Diario Hoy dialogó con el director para desandar los pasos del proyecto.

—Tras recorrer varios festivales, finalmente la película llega a la sala, ¿qué significa para vos que esto suceda finalmente?

—Una gran alegría, sobre todo en este contexto, porque llegar a la sala implica volver a las salas y mezclarse con el público luego de demasiadas proyecciones virtuales…

—¿Cómo surgió el proyecto?

—De revisar las viejas filmaciones familiares cuando estaba haciendo mi primera película (M, 2007). Ahí vi que ese material desbordaba lo que yo estaba haciendo en ese momento y pedía su propia película. Pero durante mucho tiempo no le encontré la vuelta a cómo o sobre qué debía girar esa película. Hasta que, cuando mi padre empezó a perder la memoria, eso actuó como disparador y a la vez como eje para pensar todas las dimensiones de la memoria.

—¿Qué descubriste sobre tu padre, tu historia y vos mismo en el camino?

—No sé si descubrí algo nuevo en este caso, porque ya había visto innumerables veces esos materiales. Pero por eso mismo intenté tratar de tener una mirada fresca, o puesta a jugar desde el propio momento en que esta película se hacía. Por eso las continuas referencias al presente, sin las cuales ese pasado no se entiende.

—¿Cuándo decidiste que ibas a utilizar archivos?

—Desde el inicio. Eso era lo único que tenía en claro. Incluso pensé que iba a ser solo ese el material a utilizar. Pero después surgió esta necesidad de atestiguar el presente desde el que se habla.

—¿Qué significa, tras el proyecto, la memoria para vos?

—Todo y nada. Es algo difícil de asir sin terminar diciendo generalidades o vaguedades. Pero lo que tengo claro es que no hay memoria personal que no sea compartida. No solo porque recordamos con alguien o para alguien, sino porque nuestra memoria siempre está dialogando con la de otros, sea la familia, la propia comunidad, o lo que solemos llamar nacionalidad.

—La figura paterna es uno de los grandes mitos fundantes de las identidades, ¿qué pasa cuando esa figura se desdibuja y el olvido lo apresa?

—Su caída también es parte de esos mitos. Toda la cultura puede ser vista (incluso sin ponerse muy freudiano) como el esfuerzo por sostener o derribar las figuras paternas. Después de todo, como sugiere el poema de Horacio Castillo, Anquises sobre los hombros, también nosotros nos convertiremos en esa figura temida o vencida.

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