ENTREVISTA EXCLUSIVA

Patricia Palmer: “Hay una cultura de la juventud que excluye a la gente grande”

La intérprete regresa al teatro con una comedia desopilante. Además, agradece el acompañamiento de familiares, amigos, y de la escritura para superar el contexto pandémico.

Todos los viernes y sábados a las 21 horas, Patricia Palmer se pone en la piel de Gloria, en Radojka, obra que se ve en el teatro Picadilly de Ciudad de Buenos Aires. Junto a la talentosa actriz Cecilia Dopazo, proponen una mirada particular sobre el cuidado de los adultos mayores.

Diario Hoy dialogó con Palmer, en su vuelta al teatro, para conocer más detalles del espectáculo y conocer su mirada sobre la TV actual.

—¿Qué se siente volver al teatro?
—Se vive con mucha felicidad, con mucha emoción, el día del estreno estaba muy emocionada, porque en un año de pandemia te pasan tantas cosas, armándote un libreto todos los días para levantarte y entender que no es una pesadilla y va a pasar y las cosas se van a normalizar. Y ese día era una pequeña concreción de ese monólogo interno que una se hace: “calma, las cosas van a pasar”. Muy emocionada, mucha felicidad, es una muestrita de que las cosas van para un camino de normalidad.

—¿Cómo llegás al proyecto? ¿Cómo fue el encuentro con Cecilia? ¿Conocías la obra?
—No, no la conocía, me llega a través del director, Diego Rinaldi, y cuando leí la obra me gustó, más allá de la felicidad de volver a hacer teatro. Tenía varias propuestas, para hacer algo más dramático, venía de hacer en la prepandemia Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené, que fui muy feliz haciéndola, pero fue una experiencia fuerte, y me habían convocado para otra propuesta donde se hablaba del Alzheimer, pero no quería conectarme algo trágico. Vino de perlas la comedia, y principalmente por la posibilidad de reírnos de la tragedia, la leí, después empezamos a ver quién podía hacer el otro personaje, y surgió el nombre de Cecilia, alguien a quien conozco mucho y me encanta trabajar con ella, por eso fue muy lindo el reencuentro con ella.

—La obra, más allá del humor que maneja, con gran ironía, toca temas profundos, como la precarización del trabajo, el cuidado de los adultos mayores…
—Y también habla de la exclusión de la gente grande del circuito laboral, que está descartada. Uno lo sufre, hay una cultura de la juventud que excluye a la gente grande. Los temas son muy duros, pero el humor vehiculiza para que puedas digerirlos de otra manera.

—¿Ensayaron por Zoom?
—Hicimos todos los ensayos al aire libre, en Pilar, con barbijos, todo muy raro, no nos veíamos las caras, prácticamente, pero fue muy agradable el proceso, estábamos felices de volver al teatro.

—Eso se veía en el estreno…
—Claro y además aún no vimos un peso sobre esto, estamos haciéndolo prácticamente por el placer de trabajar y hacer algo por tu vida y por los demás. Tenemos mucha felicidad.

—Además de la obra, ¿estás con algún otro proyecto? ¿Escribiendo algo?
—Por suerte me salva mucho siempre poder escribir, los cursos, y en 2020 escribí una comedia que se llama Se necesita mujeres que sepan esperar, que pienso en lo posible ensayar, y ahora estoy escribiendo otra, que me tiene muy apasionada y atrapada, pero quiero ir de a poco, es una historia de amor entre personas grandes. Eso y los afectos, la familia y amigos es lo que te hace sobrellevar la situación.

—¿Extrañás la tele?
—Sí, claro, siempre se extraña, pero yo no sé si es algo que volverá en algún momento, porque lo poquísimo que hay no tiene gente grande en sus roles, se conciben así. Es algo que difícilmente se reactive, me encanta la televisión.

—Has hecho programas maravillosos, escribiendo, produciendo, con universos únicos, como en el caso de Los ángeles no lloran…
—Sí, en México se reversionó como La Loba, y fue un éxito, también en Turquía, yo tengo los libros, pero no hay interés.

—Esto siempre hablando de la Argentina, ¿no?
—Sí, claro, La Loba la vendí dos veces a México, ahora vuelvo a tener los derechos, pero acá no interesa. La novela tenía un alto contenido social…

—Y además tiene a la mujer en el centro…
—Está la mujer en el centro, está la homofobia, la vejez, la corrupción de las asociaciones del Poder Judicial con el narcotráfico y los políticos, tiene mucho contenido, a veces molesto, pero me dio muchas satisfacciones, y ahora se busca otra cosa, algo pasatista, cosas más frívolas, más lights.

—Este año será uno durísimo para la ficción, y además no reflejará aquello que tiene que mostrar…
—Sí, porque muchas veces los problemas no están solucionados. Somos una sociedad, sectaria, sexista, fóbica, necesitamos productos que nos revelen, donde nos podamos mirar, sentir vergüenza y dolor, porque si no, no nos vamos a modificar, si seguimos creyendo que somos los mejores y está todo solucionado, está mal. De hecho, tenemos un femicidio cada 23 horas, tenemos graves y profundos problemas como sociedad, y la ficción tiene como misión transformar al espectador en su reflexión, sería maravilloso reconocernos en eso, pero generalmente hay una evasión de eso, y profundamente hay que trabajar en estos temas.

Su imborrable paso por la telenovela

 

Sinónimo de éxito, el paso de Patricia Palmer por la telenovela supo tener una impronta diferente.

—En un momento en la telenovela se podía hablar de todo, luego se lo trató como un género menor…
—La telenovela es un género muy importante porque entra todos los días en la casa de la gente que ve televisión abierta, que no paga un plus para tener otros contenidos, y si uno es responsable cuando escribe y produce es un elemento muy importante para la transformación de la gente, es una pena no contar con ese medio tan potente, esperemos que en algún momento vuelva. Sí es real que es muy caro producir telenovelas, habría que poner todas las voluntades a un costo más bajo, es muy costoso, un capítulo no baja de los 40.000 dólares en Argentina.

—Ojalá se pueda y pronto veamos producciones como las que hacías…
—Ojalá, pero no solo por mí, para poder recuperar esa capacidad de tener cinco o seis ficciones por canal, la realidad también es que éramos un país más rico, hemos involucionado, en todos los sentidos.

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