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Agustín Tosco: una leyenda del movimiento obrero

Fue secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza. Un gremialista lúcido que resultó uno de los protagonistas centrales del Cordobazo.

Le decían “Gringo” porque provenía de una zona de Córdoba con muchos inmigrantes. Nació en el sur de Córdoba, Coronel Moldes, el 22 de mayo de 1930. Sus padres eran campesinos y él trabajó junto a ellos, desde chico, una parcela de tierra. A los 9 años se hizo hincha de fútbol, y en vez de optar por el campeón de la temporada 1939, Independiente, eligió el único equipo que logró derrotarlo: Huracán. Luego se haría hincha de Talleres de Córdoba. Después de cursar el colegio primario, se trasladó a la ciudad de Córdoba e ingresó como interno en una escuela de Artes y Oficios. Allí se discutía mucho, y el diálogo permanente lo incitaba a profundizar la lectura. Siempre le gustó leer. En la casa familiar de su infancia, con piso de tierra y sin luz eléctrica, había una pequeña biblioteca precaria pero accesible. De adolescente solía preferir a José Ingenieros. Las fuerzas morales, fue uno de los libros que lo acompañó durante toda su vida, del cual afirmaba: “Aunque positivista enseñaba cosas”. De chico fue claro y confrontativo. En su carácter de presidente del centro de estudiantes del colegio en el que cursaba el secundario se negó a recibir el diploma para denunciar públicamente “un sistema educativo autoritario y represivo”.

Cuando a los 17 años salió a buscar trabajo recibió enseñanzas de otra índole: lo aceptaron como aprendiz y supo de la poca o ninguna paga. Corría la liebre. Al cumplir la mayoría de edad consiguió incorporarse a Luz y Fuerza como ayudante electricista en un taller electromecánico. Por aquella época ya había adquirido conciencia de los conflictos sociales y había decidido también tomar partido por su clase. A los 19 años fue elegido subdelegado, y a los 20 ascendió a delegado.

Agustín Tosco fue víctima de la misma proscripción que alcanzó a los dirigentes de 1955, y junto a ellos estuvo en la creación de las comisiones de lucha, aquellos primeros esbozos de la resistencia contra la dictadura que derrocó a Perón. Posteriormente ingresó a las 62 Organizaciones, y en 1968 acompañó a Raimundo Ongaro en la creación de la CGT de los Argentinos. Iba a todas las manifestaciones obreras vistiendo su humilde overol de mecánico.

El 29 de mayo de 1969 fue una figura central en esa rebelión popular que pasó a la historia con el nombre de Cordobazo, un movimiento de estudiantes y obreros que enfrentaron a la dictadura de Onganía y que marcó el comienzo de su fin. Así la caracterizó el propio Tosco: “Fue una rebelión obrera y popular. Surgió de la clase obrera y del pueblo. Lo esencial del Cordobazo es que surge de los trabajadores y de los estudiantes, y que ellos por sus convicciones salen a la calle a luchar”.

Apenas un año después del Cordobazo, el sindicato de Luz y Fuerza fue allanado por la Policía, y se ordenó la captura de Agustín Tosco junto a la de René Salamanca, secretario general de Smata. Soportó con entereza los años de cárcel. Él sostenía: “Con la suma de todos los esfuerzos, con la unidad de acción, con un programa de coincidencia, con prácticas solidarias será posible acelerar la materialización de los objetivos populares”. Si bien por su formación ideológica no era justicialista, se sentía compañero de lucha del peronismo: “No tengo mayores diferencias con el sindicalismo peronista, que levanta las banderas de la liberación nacional y social de la patria. Respeto su enfoque partidario. Mi posición es la unidad de las fuerzas populares.”

El mejor de su generación

Cuando murió, el 5 de noviembre de 1975, tenía una orden de captura con su nombre, para entonces vivía en la clandestinidad, perseguido.

En el cementerio de San Jerónimo (de la ciudad de Córdoba) balearon a quienes fueron a despedirlo.

Eran miles de personas las que fueron a darle su adiós, y que tuvieron que irse en desbandada no bien comenzaron los cobardes disparos desde los techos.

“Quedó el cementerio sembrado de zapatos, boinas, carteras de mujer, paraguas. El poder corrupto se despedía de quien solo quería un país justo para todos”, dijo el historiador Osvaldo Bayer, quien así calificó a Agustín Tosco: “Fue el mejor de nuestra generación”.

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