Cultura
Alfredo Palacios, el mosquetero de la historia argentina
Fue el primer diputado socialista de América y rector de la Universidad Nacional de La Plata. Un político que dirimía en duelos las cuestiones de honor y amaba la docencia.
Alfredo Palacios nació en Buenos Aires el 10 de agosto de 1878; nieto de andaluz por parte de padre, y de catalán por línea materna. Eran diez hermanos, cinco mujeres y cinco varones.
Estudió en el Colegio Nacional; entre sus compañeros tuvo a Rodolfo Moreno, que llegó a ser gobernador de la provincia de Buenos Aires y fue uno de los autores del Código Penal. A los 16 años comenzó a estudiar Derecho. Tenía novia desde los 14, y todas las tardes iba a pararse a la esquina de su casa, lloviera o tronara. Se conformaba con que moviera la cortina para hacerle saber que lo había visto apostado en la esquina. Sin embargo, nunca se casó. Se asomó muchas veces al abismo, pero tuvo vértigo.
Se recibió de abogado a los 21 años. Su tesis era sobre la situación de la clase trabajadora; la facultad se la rechazó por considerarla “socialista”. Había llegado al socialismo leyendo los Evangelios. Su madre, Ana Ramón –pariente de Santiago Ramón y Cajal–, era muy religiosa, y con ella aprendió que Jesús velaba por los pobres y andaba descalzo entre ellos.
Los duelistas
El Partido Socialista consideraba que el duelo era un vicio “burgués y ególatra”. En 1912, el doctor Estanislao Zeballos, especialista en derecho internacional, declaró sentirse injuriado por comentarios presuntamente ofensivos hacia su persona vertidos por Alfredo Palacios en su cátedra de la Facultad de Derecho. Le envió a sus padrinos para retarlo a duelo y poner a salvo su honor.
Palacios aceptó el desafío, razón por la cual el Partido Socialista lo expulsó de sus filas y se vio obligado a renunciar a su banca de diputado nacional. Estuvo 15 años separado del partido, hasta que el mismo comité ejecutivo le pidió que volviera. La disposición en contra del duelo fue borrada, probablemente previendo lo que ocurriría: el hombre más popular del partido seguiría participando en duelos.
En total se batió cinco veces, y siempre terminó lastimando a su contrario, salvo una vez, en que el duelo fue a pistola y los dos salieron ilesos. Esa vez se estaba enfrentando con Fermín Rodríguez, gran amigo, que había actuado como mediador en el desafío con Estanislao Zeballos. El dictamen de sus dos padrinos había sido: “No hay lugar a duelo”, y Palacios, indignado, los había desautorizado públicamente. Entonces, Fermín Rodríguez y Beascoechea, sus padrinos, lo habían retado a su vez. La Policía detuvo a Beascoechea rumbo al campo del honor, pero Rodríguez consiguió llegar a la cita. El duelo era a pistola, y ambos apuntaron al cielo.
Entre leyes y amistades
Su vida política comenzó a los 24 años, cuando fue elegido diputado por La Boca. Ganó los votos casa por casa, conventillo por conventillo. En esa época se elegía diputados por circunscripciones de la Capital. Fue el primer diputado socialista de América. Inició todas las leyes obreras: sábado inglés, descanso dominical, ley de accidente laboral, ley del trabajo femenino, ley de la silla, estatuto docente y muchas otras. Fue convencional constituyente en los años 1956 y 1957, e impulsor del artículo 14 bis.
Le gustaba usar el pelo largo, sombrero y bigotes de mosquetero. Se juntaba con escritores como José Ingenieros, Alberto Gerchunoff, Ricardo Rojas y Manuel Gálvez. La figura que más admiraba por entonces era Leandro Alem, a quien en sus tiempos de estudiante solía ver en la calle, con su barba blanca y su galera echada hacia atrás. En 1932 se acercó para conocerlo uno de sus admiradores: Carlos Gardel. Se veían frecuentemente en casa de Palacios, y antes de despedirse el anfitrión recibía como regalo un tango cantado a cappella.
La labor académica
Amaba la docencia. En 1911 tuvo su primera cátedra en Buenos Aires, y dictó Filosofía del Derecho. En 1916 fundó una nueva, Derecho del Trabajo, y seis años después inauguró en la Facultad de Ciencias Económicas de nuestra ciudad los cursos de Política Económica. Llegó a ser decano de la Facultad de Derecho, y cuando sucedió el golpe del 6 de septiembre de 1930, dictó una resolución diciendo que no obedecería a una dictadura. Fue la primera vez que conoció la cárcel.
El 27 de junio de 1941 fue elegido rector de la Universidad Nacional de La Plata, y se propuso darle el mismo impulso que dio lugar a la Reforma Universitaria, a la que dedicó uno de sus libros. Fue un permanente opositor al peronismo. Cuando se produjo el golpe de Estado de 1955, aceptó ser embajador de la dictadura militar en Uruguay.
Era capaz de gestos de dignidad. Cuando mataron a Somoza, el dictador nicaragüense, el gobierno argentino le ordenó que pusiera la bandera a media asta, pero él se negó: “La bandera argentina no se pone a media asta por la muerte de ningún bandolero”. También hizo pública su oposición a los fusilamientos de 1956, manifestándose terminantemente en contra de la pena de muerte.
A pesar de todos los cargos públicos que ejerció, vivió muy austeramente. Su casa estuvo varias veces a punto de ser rematada. La solidaridad de los amigos impidió que muriera en la calle.