CIENCIA

Basura espacial: registran 30.000 piezas pero podrían existir un millón

La Oficina de Desechos Espaciales de la Agencia Europea ha publicado su informe anual sobre el entorno espacial.

Como nunca antes en la historia de la humanidad, en la actualidad se está poniendo en órbita un número inédito de naves espaciales y satélites. Por esa misma razón, la cantidad de desechos sigue aumentando, acumulándose y presentándose como un peligro muy importante no solo para las nuevas misiones, sino también para la propia Tierra. De acuerdo a los recientes cálculos de la Agencia Espacial Europea (ESA), se han registrado más de 30.000 objetos pero el número podría alcanzar el millón de trozos que superan el centímetro de longitud vagando sin control en nuestros alrededores espaciales.

La mayoría de los nuevos lanzamientos contemplan los peligros de la basura espacial y ya implantan tecnologías para eliminar residuos de forma efectiva y sostenible. Algunos se queman mediante un reingreso controlado en la atmósfera de la Tierra, mientras que otros se colocan en órbitas que decaen naturalmente en 25 años. Pero existen partes, sobre todo de cohetes, que tienen el peligro de explotar o fragmentarse en trozos más pequeños, aumentando la población de escombros peligrosos.

A pesar de todo, aún queda mucho trabajo por hacer: se requiere una tasa de eliminación exitosa de al menos el 90% para todos los tipos de objetos espaciales para limitar la tasa de crecimiento de los desechos, antes de que podamos comenzar a limpiarlos. “Si no cambiamos significativamente la forma en que usamos el lanzamiento, el vuelo y la eliminación de objetos espaciales, una extrapolación de nuestro comportamiento actual hacia el futuro muestra cómo podría aumentar la cantidad de colisiones catastróficas en el espacio”, alertan desde la ESA.

A largo plazo, esto podría conducir al llamado Síndrome de Kessler: la situación en la que la densidad de objetos en órbita es lo suficientemente alta como para que las colisiones entre objetos y escombros creen un efecto de cascada; cada choque genera escombros que luego aumentan la probabilidad de más colisiones. En este punto, ciertas órbitas terrestres bajas se volverán completamente inhóspitas.

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