Bibiana Alonso y sus Cuentos de chicos para asustar a grandes
La escritora y psicóloga platense publicó recientemente este libro de cuentos, en el que rescata el poder transformador del relato. Además, coordina talleres donde utiliza el arte con fines terapéuticos.
Desde que era niña, Bibiana Alonso siente una gran pasión por los libros. Cuando hace talleres (o en sus artículos), resalta la importancia que tienen la lectura y la escritura en la apertura a mundos imaginarios, en las posibilidades de generar nuevos sentidos y desplegar la creatividad como cualidad humana.
Ha reflexionado mucho sobre la relación de la literatura y la niñez, y considera que el cuento conlleva un poder transformador, ya que su manejo de la metáfora permite que un tema que puede estar preocupando a un niño en crecimiento o a un adolescente construyendo su identidad pueda reflejarse en él y ayudar a comprenderlo o reconocerse en lo que se cuenta.
—¿En qué te parecés a la niña que fuiste?
—¡Qué pregunta profunda y movilizante! Creo que en la inquietud, por nombrar lo primero que resuena en mí. Pese a los años que van transcurriendo, sigo siendo una eterna buscadora del sentido y de la magia en lo cotidiano, la sorpresa en lo simple: el canto del zorzal a la madrugada, una mariposa que revolotea frente a mí cuando no la espero, observar la caída despreocupada de las hojas en otoño, el modo peculiar que tienen de danzar en el viento, el perfume del tilo en la ciudad en el mes de noviembre, los ojos asombrados y la alegría de un niño cuando se siente escuchado y cuidado o descubre el sonido del mar o la hierba fresca. Intento guardar cierta inocencia en la percepción, un aspecto infantil que me permite jugar en el sentido sagrado del término, capacidad que a veces perdemos los adultos.
—¿Qué monstruos han sobrevivido desde entonces?
—¡Uf! Sigo luchando con algunos monstruos, como la mayoría de nosotros. Sé que están y ya no escucho tanto sus voces. Con algunos me he amigado a lo largo de los años, los he podido transformar con ayuda del psicoanálisis, la conversación con increíbles amigos, el aprendizaje continuo y la voluntad de cambiar lo que hace mal y asusta. Repetir lo que nos hace mal, nos daña o de lo que no disfrutamos en cualquier orden de la vida es para mí el monstruo más temido.
—¿Cuáles son las características que tienen los relatos que componen Cuentos de chicos para asustar a grandes?
—El libro consta de cinco cuentos cortos que muestran de alguna manera las consecuencias de roles atribuidos erróneamente, la inversión de los mismos, la sobreprotección, la no escucha, el descuido y/o el abandono. Creo que, como adultos, debemos estar muy atentos a nosotros mismos, a lo que nos contamos de la propia historia familiar, ya que aquellos que están a nuestro cuidado, comenzando por nosotros mismos, también lo escucharán y podríamos adoptar creencias, formas de pensar, elecciones, muchas veces sin preguntarse sobre ellas y tomándolas como propias, ya que es el camino por el que se va incorporando lo que proviene del medio que nos circunda, familiar y social en general.
Sobrellevar tiempos inciertos
Bibiana Alonso afirma que este presente nos ha llevado a emprender un camino hacia adentro y a poder trabajar con nosotros mismos, tanto como la posibilidad de construir puentes y lazos con otros: ser empáticos y compasivos.
Dice la autora: “Este período puede ser una oportunidad para fortalecer nuestra naturaleza humana, cultivar nuestra singular manera de estar en el mundo, nuevas maneras de mirar si fuese necesario y compartir con otros nuestro instrumento más propicio para alentar y unir, que es la palabra.
—¿En qué medida las palabras pueden ayudar a sobrellevar tiempos tan inciertos como estos?
—Somos seres hablantes y, como tales, necesitamos de la palabra para comunicarnos y expresar lo que sentimos en cualquier situación y tiempo. En la actualidad y en los difíciles tiempos que transitamos, se profundiza lo que para mí es la idea de la palabra como puente que nos permita conectar con nuestras propias sensaciones, emociones y expresarlas.
Comunicarnos y entablar contacto con los demás, dar y permitirnos pedir afecto a través de un llamado, una videollamada, ofrecerla a quien sabemos o creemos que puede necesitarlo, no quedarnos ni sentirnos solos, ya que las palabras sanan, abrazan, crean lazos.