Misofonía y cuarentena
Cómo tolerar esos sonidos molestos
Darío Roitman, otorrinolaringólogo e integrante del Centro de Acúfenos de Buenos Aires, dialogó con Diario Hoy sobre esta condición, de la cual aún se sabe muy poco
Sonidos como el que resulta de masticar pochoclos o beber una sopa, el chasquido de los dedos o simplemente una determinada voz, pueden generar un gran malestar en aquellas personas que sufren misofonía.
Esta patología representa una hipersensibilidad en relación al ruido que producen otros sujetos.
Al tratarse de sonoridades cotidianas que, en su gran mayoría, pueden ser encontradas en el hogar, preocupa la situación de aquellos pacientes que se encuentran ante una exposición constante, como consecuencia del aislamiento dispuesto desde la llegada del coronavirus.
A más de seis meses del comienzo de la cuarentena, muchas de estas personas no pudieron escapar de esos sonidos molestos. La investigadora brasileña, Tanit Ganz Sánchez, advirtió que este sufrimiento aumentó durante la pandemia, ya que pasar más tiempo con la familia aumentó el contacto con los sonidos irritantes, que desencadenan las crisis de la misofonía
En este sentido, Darío Roitman, otorrinolaringólogo e integrante del Centro de Acúfenos de Buenos Aires explicó a diario Hoy: “Los pacientes con misofonía dejaron de asistir a las consultas virtuales con los psicólogos, y esto puede significar que la están padeciendo o se han adaptado. De igual manera, este malestar se ve exacerbado porque tienen que convivir con otra gente que hace los ruidos que les molesta, así que esta no es una buena etapa para ellos”.
A diferencia de la hiperacusia, la misofonía no tiene que ver con una mayor sensibilidad al ruido en general, ni con las características de ese sonido (bajo, fuerte, agudo o grave).
“Cuando una persona escucha un sonido, normalmente actúa el sistema límbico y reconoce ese sonido como agradable o desagradable. En estos casos, ciertos sonidos particulares activan el sistema límbico en forma desagradable”, señala el profesional.
Si bien aún se trata de una condición desconocida, distintos estudios arrojan que es más común de lo que se cree. “Entre los que tienen acúfenos, un 5% presenta misofonía; y entre los que tienen hipersensibilidad al sonido, la prevalencia es un poco mayor”, destaca.
En promedio, un 25% de la población tiene acúfenos, por lo tanto más de 500.000 argentinos sufrirían misofonía.
Respecto a las razones por las cuales se produce esta molestia específica, Roitman remarca: “Se piensa que es una variante basada en un episodio de cuando la persona era muy chiquita. Los psicólogos o psiquiatras lo ven como algo puramente emocional, y lo tratan con terapia y medicamentos para las fobias”.
Si bien hay distintos enfoques y maneras de paliar las molestias que sufren estos pacientes, la terapia estándar consiste en la desensibilización de los pacientes por la exposición a una variedad de sonidos. “Se utilizan fuentes de sonido, que son aparatos parecidos a unos audífonos pero, en vez de aumentar la audición, producen un sonido neutro. Se les hace escuchar repetidamente estos sonidos, en un intento para que el sistema límbico y el sistema auditivo autónomo se reajusten y, en algún momento, empiecen a funcionar mejor, ya tolerando los ruidos”, explicó el especialista.