Con el celular pegado a la mano: la nomofobia o el terror a no estar conectado
Es una fobia del siglo XXI que genera ansiedad, estrés y angustia. ¿Qué le pasa a una persona que está mucho tiempo sin usar el celular? ¿Lo puede controlar?
Considerado un trastorno del mundo moderno, la nomofobia se refiere al temor o a la ansiedad extrema e irracional que siente una persona cuando pasa mucho tiempo sin su celular. Lo puede provocar el simple hecho de quedarse sin batería, sin cobertura, sin datos o saldo y, por supuesto, al perder el dispositivo. Al igual que otras fobias, se manifiesta a través de síntomas como el miedo, el nerviosismo o la angustia, pero también con taquicardias, dolor de cabeza, dolor de estómago o pensamientos obsesivos, un cuadro muy similar a un ataque de pánico.
Como dice el filósofo Byung-Chul Han “hoy vivimos presos en una caverna digital aunque creamos que estamos en libertad”, y los celulares, la herramienta de los medios digitales, han puesto fin a la era del hombre-masa. “El habitante del mundo digitalizado ya no es ese nadie. Más bien es alguien con un perfil, mientras que en la era de las masas solo los delincuentes tenían uno. El régimen de la información se apodera de los individuos mediante la elaboración de perfiles de comportamiento” que saca de esa superconexión al teléfono.
Diario Hoy habló con la licenciada en Psicología, Julia Cuervo, sobre este tema y dijo al respecto: “Particularmente creo que el avance tecnológico de los smartphones ha hecho que cada vez estos aparatos nos ofrezcan cosas más interesantes, como una conversación cara a cara o leer un libro, y es un poco entendible en las nuevas generaciones, que nacieron con esta tecnología abajo del brazo, pero la nomofobia también le está sucediendo a gente más grande. Me pasa a mi en mis consultas, que a algunos pacientes les tengo que pedir que apaguen el celular porque lo revisan cada cinco minutos, aunque ellos mismos admitan que no hay nada que revisar, sino que es un acto por impulso”.
Qué cosas genera la nomofobia
Quienes sufren esta enfermedad están continuamente pendientes de su teléfono móvil, hasta el punto de abandonar otras facetas de su vida diaria, incluso las relaciones familiares, de pareja y, en general, cualquier otro aspecto de la vida que podría requerir de atención. Por ejemplo, el nomofóbico puede llegar a evitar viajar o acudir a zonas en las que la cobertura puede ser deficiente, porque eso supondría su “desconexión”. Además puede eludir ir a lugares en los que no disponga de una fuente de electricidad cercana en la que poder conectar su dispositivo, por miedo a quedarse sin batería.
Para la licenciada Cuervo, “la pandemia llevó esto a casos extremos, no hizo más que generar una terrible dependencia al teléfono que cuando salimos del burbuja en la que estábamos, ya estábamos atrapados”.