cultura

Cuando Stephen King se creyó personaje de sí mismo

El escritor sufrió un accidente que le hizo conocer en carne propia lo que sus lectores buscan en sus libros.

Salvo que lloviera torrencialmente, Stephen King solía caminar seis kilómetros por día, a través del bosque de Maine. La tercera semana de junio de 1999 había comenzado con felicidad por la visita de sus tres hijos diseminados por los Estados Unidos. Como si fuera poco, también estaba en su casa su primer nieto, de tres meses. El 19 de junio acompañó a su hijo menor al aeropuerto de Portland a tomar su avión rumbo a Nueva York, volvió a su casa, durmió una siesta y salió a dar su caminata habitual. Eran las cuatro de la tarde. Caminaba por la banquina de ripio, en sentido opuesto al tránsito. Iba subiendo una colina baja y empinada, apenas podía ver el camino. Ya había subido las tres cuartas partes de esa colina cuando una caminoneta asomó por la cumbre, Iba por su misma banquina. El conductor de la camioneta estaba distraído reprendiendo a su perro rotweiller, cuando volvió a prestar atención al camino ya era tarde: atropelló al hombre que venía caminando.

Stephen King sufrió fractura de cadera y de cuatro costillas, su columna quedó quebrada en ocho partes. Quedó postrado en silla de ruedas. El conductor, Bryan Smith apenas se dio cuenta de lo sucedido, declaró judicialmente que, en un comienzo, creyó que se había llevado por delante un ciervo pequeño, hasta que vió los anteojos ensangrentados del escritor en el asiento delantero de su camioneta.

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