El Club del Clan, del invento al olvido

“¿Te acuerdas del Club del Clan y la sonrisa de Jolly Land?”, se preguntaba Charly García en una canción. Aquí un repaso por esa pléyade de ídolos perdidos en el tiempo.

Que una insistente maquinaria de promoción la que lanzó a la palestra los nombres de quienes en la década del 60 fueron llamados “nuevaoleros”. Uno de ellos era un muchacho cabizbajo, retraído, que un día entró a un estudio de televisión. Miraba las cámaras con temor, apenas respondía a los distraídos saludos que le hacían. “Estoy esperando a Delfor”, balbuceó cuando se le acercó un camarógrafo a preguntarle qué quería, “porque creo que si la prueba anda bien, voy a ver si trabajo como cómico”. El hombre lo miró con una sonrisa descreída: “¿Vos, cómico?”. Sacudió la cabeza, lo palmeó y lo dejó solo. El joven se llamaba Camilo Sago, tenía 24 años. A las pocas semanas pasaría a llamarse Nicky Jones.

Nicky fue uno de los primeros ídolos de la nueva ola, daba gira por los clubes de barrio de todo el país, cobraba jugosos cachés. Para cuándo, joven era una canción que sonaba en todas las radios. No ­costaba predecir la fugacidad de ese éxito, pero mientras duró, fue un fenómeno comercial de proporciones. Para potenciar ese éxito, a alguien se le ocurrió juntar a Nicky Jones con otras figuras emergentes de la nueva ola y crear con ellos una suerte de clan o club: El Club del Clan.

Ricardo Mejía era un rollizo moreno mexicano de cara aprisionada por unos anteojos cuadrados. Hablaba un castellano con deliberado tono yanqui. Hacía seis años que había llegado a nuestro país después de haber hecho carrera como publicista en los Estados Unidos. Era uno de los directivos de la RCA Victor Argentina: “En 1959 las ventas de la Víctor andaban flaqueando y el mercado se mostraba apático, sin figuras nuevas. Empecé con una selección de chicos jóvenes todos los sábados a la tarde. De varios cientos elegimos 30, con los que empezamos un programa en canal 11, La guardia nueva”.

Las figuras de ese primer intento carecían de carisma, por eso fue el propio Mejía quien se encargó del nuevo casting. Cuando terminó de hacer la lista, supo que esta vez la fórmula daría éxito. “¡ Tu programa tiene demasiados artistas !”, le dijeron en canal 13. “Tiene que ser así”, contestó Mejía, “para dar la sensación de algo gigante, como una ola, una nueva ola”. El mexicano consiguió, efectivamente, dar la sensación de un tsunami que lo arrasaría todo. Castellanizó la expresión francesa de nouvelle vague –muy intelectualizada– para darle una resonancia acorde a los nombres de Nicky Jones, Violeta Rivas, Leo Dan, Chico Novarro, Palito Ortega, Johnny Tedesco y el barbado Billy Caffaro.

Johnny Tedesco, Violeta Rivas y Palito Ortega: tres protagonistas de la “nueva ola”

Como toda ola, la de El Club del Clan también terminó deshaciéndose en la orilla, ­deshilachándose en espumas que terminaron barridas por el viento. Johnny Tedesco, a los 22 años, ya era un desahuciado: “La culpa la tienen los representantes. Lo gastan a uno. Lo presentan en todos lados. Lo repiten. Yo empecé a los 15 años, imitando a Elvis Presley, con melena y cara de vicioso. Después cambié, evolucioné hacia el tipo de chico lindo”.

Algunos antes, otros después, casi todos terminaron teniendo el mismo melancólico final que Johnny Tedesco. Buscaron reinventarse: otros gestos, otro estilo, casi otra cara. Creyeron que esa burbuja que habitaron podía recrearse a voluntad. En Argentina no fue posible. Intentaron suerte en el exterior: Luis Aguilé se fue a España, Leo Dan a Colombia, Billy Caffaro deambuló por Europa, Jolly Land se radicó en Los Ángeles. Luego se resignaron a ser recuerdos.

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