cultura
El mayor pecador de la literatura argentina
Dalmiro Sáenz estuvo en el ojo del huracán de numerosas polémicas, lo que mucha veces hizo pasar a segundo plano una muy valiosa obra literaria.
Fue quizás el último de los escritores que la gente –aún la no lectora- era capaz de reconocer por la calle. Los programas televisivos de más rating lo convocaban asiduamente porque tenían garantizado entretenimiento y provocaciones. Pero la celebridad hizo relegar, en buena medida, la lectura de grandes cuentos y novelas de las que Dalmiro Sáenz fue autor.
No es casualidad que haya muerto el día del maestro -11 de septiembre de 2016-, alguien que en vida fue un maestro de la narración. Tampoco es casual que haya nacido el día del escritor -13 de junio de 1926-. Cada vez que se habla de Dalmiro Sáenz debiera hablarse de esos cuentos que tantos elogios le valieron de colegas como Rodolfo Walsh o Gabriel García Márquez; pero generalmente, el primer recuerdo que viene a la memoria del común de la gente, son los escándalos televisivos que detonó. Por ejemplo, en un programa que Gerardo Sofovich conducía los domingo por la noche, en los años 80. Allí, Dalmiro Sáenz mencionó que en la colección privada del Vaticano, había un cuadro titulado la Virgen del Divino Trasero, Cuando el conductor le preguntó si no consideraba eso una irreverencia. Dalmiro Sáenz fue por más: “Dudo que se mantenga virgen mucho tiempo con ese culo”. Esas declaraciones le valieron al programa televisivo una severa sanción del Comfer, y que se transformaría en un precedente judicial estudiado en distintas Facultades de Derecho de Argentina y otros países, al colocar los tratados internacionales por encima de las leyes del Congreso de La Nación, en una sentencia que mereció serios reparos.
El voltaje de las declaraciones que Dalmiro Sáenz era capaz de realizar ante cámaras –que lo volvió un alborotador de la gran aldea pacata-, no solo no disuadía a la televisión, sino que redoblaba sus esfuerzos para tenerlo como invitado. Así contó a comienzos del 2000 de las orgías en las que participaba treinta años atrás, y en las que también eran habitués los actores Fernando Siro y Elena Cruz –con cuya hermana, Silvina, se había casado el escritor y con la que se divorció luego de escribir “Carta Abierta a mi futura ex mujer”.
Dalmiro Sáenz adoptó un comportamiento que no era el esperable en un escritor, es que él no solo no blasonaba de serlo sino que ni siquiera se consideraba escritor: ““nunca me sentí un escritor, me siento un tipo que escribe y me veo muy distinto a los escritores normales”. Su historia lo aleja del estereotipo del escritor argentino: marinero en un buque mercante, boxeador, refaccionador de casas, habitante por un tiempo –con su mujer y sus siete hijos- de un pueblo perdido de Santa Cruz, guerrillero –participó en el ataque que Montoneros hizo a la prefectura de Zárate, el 1º de enero de 1972- y demás andanzas a las que lo arrojó su impulso vital; pero desde su primer libro, el muy exitoso “Setenta veces siete”, demostró tener un inmenso talento para el relato, agitando la manera de escribir de aquel entonces.
Dice Paula Perez Alonso: “Dalmiro Sáenz fue un escritor de una enorme ductilidad para adoptar diversos registros y abordar todos los géneros”. Bohemio, iconoclasta, personaje único, burgués que escandalizaba a los burgueses, mirón y preguntón, de ojos brillantes y perspicaces, permanentemente atento a las reacciones del otro, interesado en captar todos los matices de las situaciones. Carecía de pedantería, no tenía pudor en confesar sus dudas o su ignorancia. Murió a los 90 años. Siempre es buen momento de volver a leer sus cuentos y novelas. Muchos se sorprenderán de que siga tan vivo.
