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El poeta que vivió muchas vidas

Arthur Rimbaud es uno de los mayores poetas de la historia, pese a que dejó de escribir a los 20 años, para dedicarse a vivir aventuras.

Dejó de escribir poemas a una edad en la que muchos poetas empiezan a encontrar su propia voz. Tenía 20 años cuando publicó Una temporada en el infierno, un libro que lo colocó en el cielo de los indiscutibles de la literatura francesa. Luego, dejó de escribir. Y nunca explicó esa decisión.

Cuando dejó de escribir, comenzó a viajar. Primero, Europa; luego, atravesando el Africa, donde se dedicó al contrabando de marfil, armas y café. No volvió a escribir más, solo correspondencia a familiares, amigos y clientes. Gracias a esos cientos de cartas se pudo reconstruirse la vida de Rimbaud en el Cuerno de Africa.

Arthur Rimbaud nació en Charleville el 20 de octubre de 1854, su padre era un capitán de infantería que abandonó a su familia siendo Arthur muy chico. A los 22 años viajó a Java –Indonesia-, luego de su desengaño amoroso con Paul Verlaine. Ese mismo año se enroló como mercenario en el ejército colonial holandés y en su primera misión en las Indias Orientales, se esfumó en la jungla. Es un período que es visto como una gran laguna en su biografía. Antes de partir a Java, estuvo un tiempo recluido en el monasterio medieval de Harderwijk. Se sabe que cuando llegó a Batavia, su primera morada fue en el campamento de Salatiga, ubicado en las suaves laderas de un volcán inactivo, el Merbabu, porque hay allí una placa de mármol que homenajea a Rimbaud ahí, en uno de los ex bungalows para oficiales, que es hoy parte de las oficinas del intendente. Fue colocada en 1997 por el embajador francés, Thierry de Beucé. Lleva como inscripción un verso del poeta: “En los países picantes de pimienta y empapados”. Lo que no queda claro es por qué desertó del ejército dos semanas después de su incorporación. La explicación más fantasiosa es la que dio Paterne Berrichon –un familiar de Rimbaud-, que aduce que el poeta decidió irse a vivir en la selva, en compañía de orangutanes.

Se sabe que hay huellas del paso de Rimbaud por Java en los puertos de Yakarta y Semarang, la estación de tren de Tuntang y la ciudad de Salatiga. Como fugitivo de la Justicia, mantuvo un bajo perfil. Java fue su primera inmersión en el islam, lo que le dio la oportunidad de experimentar la vida en un lugar fuertemente regido por la religión. Pero sus andares no se detuvieron allí, y viajó por más de cincuenta mil kilómetros en barco o por tierra. Fue comerciante en Yemen y Abisinia; exportador de café y caucho y, traficó armas para Menelik II, rey de Soa que conspiraba contra el emperador etíope Johannes IV. Buscaba ahorrar el dinero suficiente para casarse y tener un hijo que fuera hijo ingeniero.

Alrededor de su figura se tejieron muchos mitos. Se llegó a decir, por ejemplo, que en Java había sido protegido en la selva por orangutanes, cuando en realidad, esos animales, ya no existían en el lugar desde hacía más de doscientos años. Se sabe que en Africa fue un explorador y comerciante exitoso, pero también tuvo largos períodos de enfermedad y profunda soledad.

Su abandono de la poesía es uno de los grandes misterios de la historia de la literatura. Es sencillamente incomprensible que alguien se hubiera desprendido de ese don para escribir tan pocas veces visto. Nunca pudo darse una explicación satisfactoria. Rimbaud dijo que no encontró la manera de escribir un poema que pudiera leerse “con todos los sentidos”. Sospechó que era imposible. Quizá por eso dejó de escribir tan tempranamente. El resto de lo que tenía para decir, lo dijo viviendo. Cuando estaba en su lecho de muerte, Arthur le decía a Isabelle, su hermana, lo que veía despierto: “Columnas de amatista, ángeles de mármol y de madera, países de belleza indescriptible”. El enigma de la vida de Arthur Rimbaud quizás esté en el corazón mismo de su poesía, esa maravilla inagotable que, cada vez que se visita, nos deja algo nuevo. Murió en Marsella el 10 de noviembre de 1931. Tenía 37 años.

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