Cultura

Emilio Pernas, histórico librero y poeta platense

Creó en nuestra ciudad una inolvidable librería que dejó historias entrañables y muchas anécdotas dignas de ser recordadas.

Fue el factótum de una de las librerías más emblemáticas de la historia de nuestra ciudad: Libraco, ubicada en calle 6 entre 45 y 46. Allí solían ir visitas como Javier Villafañe, León Rozit­chner o Juan Octavio Prenz. En los tempranos 80, se hizo un espacio pa­ra que José Pablo Feinmann presentara La novela de Perón, de Tomás Eloy Martínez. Emilio Pernas era conocido como el librero y poeta.

El 19 de octubre de 1976 los militares se llevaron a su hija, Graciela. Desde entonces, ya no fue el mismo. Tenía un agujero en el alma que no encontraba manera de disimular. Integró la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y fundó el Centro José Luis Romero. Según recuerda el poeta Carlos Aprea, quien trabajó en la librería-, Emilio Pernas realizaba acciones tan insólitas como osadas: “Desde llevar libros a los presos políticos en dictadura, o tenderse en medio de la calle 6 para impedir el paso de las nuevas unidades policiales compradas para la represión, cuando recién volvíamos a la democracia. Un gran discutidor, alto, cargado de hombros, cabrón, apasionado y seductor como nadie, que dibujaba una pequeña flor como dedicatoria a mujeres de toda edad que llevaban algún libro y le caían en gracia”.

La librería, por momentos, se parecía a una biblioteca. Eran muchos los que iban a leer libros parados, tomándose todo el tiempo necesario, ante la sonrisa cómplice del librero. Uno de esos lectores era el economista Eric Calcagno, cuando era niño: “Me pasaba tardes en lectura de cómics, y así descubrí Asterix y Obelix (que compraría luego en el kiosco, en ejemplares de Editorial Abril) y Tintín y tantos más. Emilio Pernas, el dueño de Libraco y amigo de la familia, me dejaba largas horas de lectura”.

El mismo Calcagno recuerda que una tarde frenó un Torino, del que bajó una persona trajeada, joven, anteojos oscuros, espejados en mi recuerdo (¿había espejados por entonces?), sonriente y sobrador, le pide a Emilio El judío internacional, de Henry Ford. Emilio Pernas, tranquilo, de brazos cruzados sobre el mostrador, giró la cabeza, lo miró y dijo: “No vendo libros antisemitas”.

Escribió dos libros de poemas: Algo para decir y Enverso, que sería bueno ver reeditados por alguna editorial platense. Emilio Pernas también se atrevió a hacer publicaciones ocasionales, como aquella hermosa edición de El caballo celoso, de Javier Villafañe, ilustrado por Hugo Soubielle.

Murió el 6 de mayo de 2005. Y como en la capacidad de gratitud se juega nuestra calidad humana, se juntan la alegría y la obligación en este recuerdo no a un vendedor de libros sino a un gran librero.

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