cultura

Entre la genialidad y la locura

Nació con el nombre de Richard Englaner, pero se haría conocido como Peter Altenberg.

El día que Peter Altenberg murió, en 1919, el escritor Karl Krauss lo despidió diciendo: “Ha muerto un mendigo. ¡Que pobres somos!”. Su carrera literaria había comenzado cuando los dramaturgos Arthur Schnitzler y Hugo von Hoffmansthal se lo encontraron en un café garabateando en los márgenes del diario del día, y le alcanzaron esos diarios intervenidos a Kraus, quien publicó en La antorcha las primeras palabras de Altenberg en letras de molde.

Nació con el nombre de Richard Englaner en el seno de una próspera familia judía asimilada, fue bautizado y luego educado en el culto a la superioridad austríaca. Pronto descubriría que sus personas favoritas en el mundo eran “las putas cándidas y los cocheros que saben escuchar”. Un psiquiatra contratado por su padre le diagnosticó a temprana edad una sobreexitación del sistema nervioso.

Antes de hacerse conocido como escritor, Altenberg fue un pionero de la ropa informal y de las tarjetas postales. Adoptó como seudónimo Altenberg, por ser el nombre de un pequeño pueblo del Danubio.

Su primer libro, el inolvidable “Como yo lo veo” , lo publicó a los 37 años. Con un pie en Lichtenberg y otro en Robert Walser, Altenberg proponía aforismos, crónicas e impresiones de la vida vista desde la mesa de un café.

Sin embargo, su mayor preocupación, destino y filosofía fue el cuerpo femenino, al que consideraba la mejor memoria fisiológica del deber humano de parecerse a Dios. Debieron internarlo dos veces en el manicomio de Steinhof. En 1918 sobrevivió a la gripe española que mató a Egon Schiele para morir un año después, delgado y sombrío como las figuras de Schiele, entre el olvido y el inocultable desprecio burgués. Según Robert Musil, fue "el mejor poeta de fin de siglo", capaz de "marcar el tono de la juventud de la época", junto a Baudelaire, Huysmans y Dostoievski.

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