La experiencia única de dar clases en la Antártida

Natalia Soledad Otaola es maestra en la única escuela de la Base Esperanza, donde concurren solo 16 alumnos. En diálogo con diario Hoy, contó cómo se forjó ese sueño y cómo se desarrollan las clases en el colegio más austral del mundo.

Un proyecto, un sueño y el privilegio de enseñar en la única escuela del continente antártico que funciona en la Base Esperanza.

“Esta experiencia es única, somos un puñado de argentinos los que tenemos el privilegio de poder venir”, le contó a diario Hoy la docente Natalia Soledad Otaola. Junto a su esposo, Denis Barrios, un profesor de Educación Física, son el matrimonio de educadores a cargo de brindarles educación a los niños y niñas que viven allí, donde ayer la temperatura marcaba los 15 grados bajo cero.

“Estudié casi de grande, siempre supe que iba a ser maestra, pero en algún momento me alejé de esa idea y cuando quedé embarazada de Paula, mi hija de 17 años, comencé el profesorado”, manifestó la docente, quien hasta los 29 años vivió en Jujuy y en 2010 decidió mudarse a Tierra del Fuego por cuestiones laborales. Mientras trabajaba en la Escuela n° 19, conoció a su pareja, con quien además comparten el desafío de poder enseñar en la Antártida.

En Base Esperanza, en el medio del frío polar, actualmente viven nueve familias, un total de 74 personas y solo 16 están en edad escolar. Siete concurren al jardín y primaria de la Escuela n° 38, entre ellos Danilo, de ocho años, y Fausto, de tres, dos de los hijos de la pareja. El resto cursan a distancia en otras escuelas, pero también realizan actividades en el establecimiento educativo.

“Presentamos el año pasado nuestro proyecto y quedamos seleccionados. Estamos orgullosos y superagradecidos de tener esta oportunidad”, remarcó la profesional.

Cabe señalar que la experiencia tiene la duración de un año y luego deberán abandonar la base. “Llegamos en marzo y en diciembre volveremos a nuestros hogares. El año que viene vendrán nuevos maestros y alumnos”, agregó.

“Cuando vimos en el noticiero que volvía la pareja antártica, nos miramos y dijimos: Podemos hacerlo. Somos los dos docentes. Fue ese sueño que quedó ahí. Todos los años nos inscribíamos hasta que en 2021 dijimos: Sí, tenemos que hacerlo. Uno de los requisitos es la edad, y Denis tenía 46 años, ahora cumplió los 47. Se nos acababa el tiempo, ya que es hasta los 48 años”, remarcó.

Sobre cómo es dar clases en el pueblo más austral argentino, expresó: “La escuela, por el contexto en el que está, es única. Nuestro proyecto se llama Desafío Antártida. En realidad nuestro gran desafío era dar clases en un plurigrado, que es tener en el mismo salón a niños de diferentes edades y de diferentes niveles educativos. Dar clases acá, en este tipo de naturaleza, es algo único. Abrís la ventana y sabés que están los pingüinos”.

Y concluyó: “Lo que les gusta a los chicos es compartir lo que viven acá. Nosotros les decimos de la curiosidad que sienten otros niños de saber que hay niños viviendo en este lugar, entonces ellos cuentan lo que hacen, los proyectos que tenemos, que trabajamos sobre los pingüinos, sobre las focas de ­Weddell, las ballenas, que viajaron en el rompehielos Almirante Irízar. Todas esas experiencias a ellos les gusta contarlas y es de donde nos agarramos para futuros aprendizajes. De lo que ellos vivieron, enganchar los contenidos para poder hacer que sus experiencias sean significativas”.

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