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La florentina inmortalizada por Dante Alligheri

Beatriz Portinari se ha convertido para siempre en la figura de la amada lejana e inasible que guía los pasos de su enamorado.

Fue la musa de dos de las mayores obras de la literatura universal: La vita nuova y La Divina Comedia. Dante Alighieri conoció a Beatriz Portinari cuando ella tenía nueve años, volvió a verla nueve años más tarde, y a partir de entonces concibió por ella un amor platónico en su incandescencia y profundamente arraigado en su corazón, su imaginación y su pensamiento. Hija de Folco di Recovero del Portinari, un rico banquero que fundó el Hospital de Santa Maria Nuova en Florencia, se casó hacia 1287 con Simone di Geri de Bardi. El amor que por ella sentía el poeta se tornó poco a poco esencialmente místico: la belleza de la muchacha era para él símbolo de la belleza moral. Muerta, sigue siendo la guía del alma. En La Divina Comedia una visión se la muestra en el cielo, junto a la Virgen.

En La Divina Comedia, donde Dante se representa a sí mismo con 35 años de edad, es también Beatriz quien lo conduce al paraíso, identificada por una suprema idealización con la teología en cuanto ésta tiene de más etéreo. No obstante, la Beatriz real tuvo una corta vida, pues murió víctima de la peste negra cuando apenas tenía 24 años.

“En medio del camino de la vida, errante me encontré por selva oscura, en que la recta vía era perdida”, así empieza La Divina Comedia, en un bosque oscuro y sobrenatural justo antes del amanecer del Viernes Santo de 1300. Pronto, a petición de una mujer llamada Beatriz, el fantasma del poeta romano Virgilio lo guiará por los cielos concéntricos del paraíso y la compleja geografía del infierno. El amor que sintió Dante por su Beatriz era inmenso; la describía como “una dama tan bendecida y tan hermosa”, cuya voz era “tierna, dulce y discreta. Una voz de ángel, una música propia”. Buena parte de las emociones estéticas más intensas del libro se derivan de ese encuentro que se produce en el canto XXX del poema. Beatriz sonreirá al poeta a manera de despedida y se alejará para subir al Empíreo, “donde lo remoto no es menos nítido que lo que está muy cerca”. Beatriz fue la gran inspiración de Dante; su musa. Lo curioso es que nunca estuvo realmente con ella.

A Dante le bastaba una sonrisa de ella para alimentar su amor, y lo que recibía le alcanzó para escribir una crónica de su relación llamada La vita nuova. En ella describe los encuentros que tuvieron, elogia su belleza y bondad, habla de los acontecimientos que marcaron sus vidas y detalla la intensidad de sus sentimientos. Debe haber sido un golpe fuerte enterarse que Beatriz se casaría con uno de los hombres más influyentes de la ciudad, Simone de Bardi. Pero sí sabemos que fue devastador recibir la noticia de la muerte de ella, el 8 de junio de 1290. Una muerte que Dante presintió -según relata- en un sueño: “Me pareció ver que poco a poco se enturbiaba el Sol, aparecían las estrellas y lloraban, que los pájaros caían volando por el aire y que la tierra temblaba. […]Un hombre descolorido y macilento se me apareció y me dijo: ¿Qué haces? ¿No sabes la noticia? Ha muerto tu dama, que era tan hermosa”.

Las vidas de Beatriz y Dante se entrelazaron en los años de la niñez, tiempo después solo hubo fugaces encuentros, pequeños instantes compartidos que Dante atesoraría como breves monedas de eternidad.

Beatriz Portinari fue el seudónimo elegido por la escritora platense Aurora Venturini para presentarse en 2007 en un concurso de novela cuyo primer premio ganaría, y que la consagraría ante el gran público, con su novela Las Primas. Llena de picardía y gracia, vitalidad y misterio, con un gran carácter y lucidez, esta escritora de nuestra ciudad, a lo largo de sus noventa y un años nunca paró de escribir, tuvo una vida totalmente ligada a la literatura y a la historia del siglo XX: pues conoció, fue amiga y trabajó con Eva Perón en un centro de minoridad; en su exilio se relacionó con Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, entre otros; y recibió un premio de manos de Jorge Luis Borges, entre muchas otras cosas. Pero no fue su mérito menor, traer al presente el recuerdo de quien fue musa de uno de los mayores escritores de todos los tiempos.

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