CULTURA

La historia de un testamento maldito

La historia de las joyas es extensa, con diferentes usos según la cultura a la que pertenecen.

Poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, murió en Hartlepool, ciudad de la costa oriental inglesa, el médico William Watkinson, que en el curso de su vida había amasado una fortuna de cincuenta mil libras esterlinas. Las cuatro quintas partes de esta fortuna estaban conformadas por piedras preciosas que el doctor había reunido durante una larga estancia en Sudamérica; en esta colección, figuraban piedras muy valiosas, de un brillo y una belleza poco comunes.

El polémico testamento de Watkinson decía: “Todas las joyas serán colocadas y lanzadas al mar dos millas al norte de Hartpool, en el lugar que se señala en el croquis adjunto. He llegado a la conclusión de que las joyas encierran tanta infidelidad, tanta deshonestidad, violencia e injusticia, que su posesión hace a los hombres malvados y vanidosos, y que el deseo de los diamantes degrada moralmente a las personas de tal forma que creo necesario eliminar del mundo a estas cosas que contribuyen a corromper el carácter humano. El resto de mi fortuna pasará a mi hijo, pero solo cuando, de acuerdo con mi voluntad, haya hecho desparecer las joyas en la forma indicada”.

El hijo del doctor William hizo todo lo humanamente posible por conseguir la nulidad del testamento de su padre, pero los trabajos científicos que este había realizado en la misma época en que otorgó el testamento no dejaban lugar a dudas sobre la lucidez mental de quien tal hizo. El Tribunal de justicia, por lo tanto, tuvo que declarar que la voluntad del finado debía ser respetada.

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