La mujer detrás de la revista que marcó a la cultura argentina
Victoria Ocampo fundó la revista Sur en 1931.
Una tarde de octubre de 1929, Victoria Ocampo y Waldo Frank caminaban juntos por Palermo. Ella estaba por cumplir 40 años y era millonaria. Él era un escritor norteamericano diez años menor, y ya había escrito Nuestra América, un ensayo que le había valido elogios en el mundo entero, entre otros, de Charles Chaplin, quien sostenía que nadie había escrito sobre él con tanta lucidez. Aquella tarde había en el aire pesadez de tormenta y el olor de las rosas y de la tierra era compacto como niebla. Entonces, por primera vez, hablaron de la posibilidad de hacer una revista. Así, en esa caminata, nació Sur. El nombre le fue sugerido, telefónicamente, por José Ortega y Gasset.
Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo era una mujer extrañamente enamorada de la literatura. Su familia era una de las más ricas de la Argentina. Su padre era un ingeniero dedicado a la construcción de caminos y puentes. Victoria y sus cinco hermanas fueron educadas por institutrices británicas que les enseñaron primero francés e inglés, y después español.
A los 22 años, Victoria Ocampo se casó con otro millonario, Luis Estrada. En la luna de miel, ella se enamoró del primo de su marido, Julián Martínez, quien fue su amante durante casi 13 años. Ya por entonces había decidido dedicarse a la literatura. En 1924, a instancias del filósofo español José Ortega y Gasset, Victoria Ocampo publicó su primer libro, De Francesca a Beatriz.
Ella era vista como una mujer muy extraña a quien por su pertenencia social se disculpaba de excentricidades como fumar en público o manejar su propio automóvil –fue la primera mujer en obtener la licencia de conducir–. Pero una de sus mayores “rarezas” fue invertir buena parte de su fortuna en algo tan poco rentable como una revista literaria y una editorial. El primer número de Sur se vendió también en Madrid y en París. Se había augurado una vida breve para la publicación, sin embargo la revista se editó sin interrupciones durante 45 años, con colaboraciones originales de un elenco de intelectuales que incluía a Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Simone de Beauvoir, Albert Camus, Ernesto Sábato, Federico García Lorca, Gabriela Mistral y Virginia Woolf, entre otros.
Fue la única argentina presente en lugares de gran resonancia histórica: siguió los pasos de Mahatma Gandhi en una de sus giras y fue la única periodista de esta región del mundo en presenciar los juicios de Nuremberg. Fue una auténtica pionera del feminismo que se atrevía a polemizar públicamente sobre el divorcio, los métodos anticonceptivos y el aborto.
Arturo Jauretche, pese a que se encontraba en las antípodas ideológicas de Victoria Ocampo, supo describirla como una mujer capaz de superar la gazmoñería ambiente y “haberse largado con formidable empuje y todos sus recursos a una obra de cultura, excepcional, si se mira entre la gente de su clase. Doña Victoria trató de servir al país, y si lo ha perjudicado, eso no ha estado en su voluntad y en su empeño: hizo lo que ella podía hacer y que de ninguna manera podía ser de otro modo. La culpa se remonta más arriba, a sus mayores, ricos hombres de prosapia argentina y española que entregaron la formación de sus hijos a frauleins y demoiselles desde la más tierna infancia, y escalonaron después con largas estadías en colegios extranjeros la formación de la juventud hasta el punto que su idioma natural no fuera el de su tierra”.
Cuando Arturo Frondizi asumió la presidencia de la Nación, puso a Victoria Ocampo a cargo del Fondo Nacional de las Artes. Su prestigio hizo que nadie se asombrara cuando fue la primera mujer nombrada en la Academia Argentina de Letras. Murió a los 88 años, el 27 de enero de 1979. Su mansión, la famosa Villa Ocampo, fue dejada a la Unesco y declarada patrimonio de la humanidad.