cultura
La mujer que fundó una dinastía de emperadores
Julia Domna fue una mujer que con astucia y coraje ensanchó los límites del Imperio Romano. Fue esposa y madre de los hombres más poderosos de su época.
Era siria, hija de un sacerdote del Sol y, según un oráculo, estaba destinada a desposarse con un emperador. Quizá por eso Julia Domna está registrada en los libros de historia, fundamentalmente, por ser la esposa del emperador Septimio Severo y, luego, la madre de los co- emperadores Caracalla y Geta. Pero su influencia sobre estos tres hombres, sobre estos tres emperadores fue tal que forjaría una dinastía, ampliaría el Imperio romano y evitaría, además, la división en dos mitades del mismo. Eso resultaría bastante más que ser la “mujer de o la madre de”; no sólo adquirió gran ascendencia sobre su marido, insuflándole la voluntad necesaria para combatir a sus oponentes, sino que se rodeó de los mayores autores y filósofos, como Filostrato y Diógenes Laercio, distinguiéndose como una de las figuras de la política romana.
Julia era una mujer de gran cultura e ingenio político, al punto de recibir el título de Mater Castrorum, esto es, «madre de los campamentos militares». Más adelante, a este título se sumaron el de Mater Augustorum, Mater Castrorum, Mater Senatus y Mater Patriae (madre de los Augustos, de los campamentos militares, del señado y de la patria). Una crónica afirma que Julia ostentó más títulos que ninguna otra emperatriz de Roma.
En torno al 180 d.C. Septimio Severo, un general libio del ejército romano que había enviudado, llegó a Siria siguiendo las indicaciones de un augurio que había profetizado que Severo encontraría allí a su segunda esposa. En Siria, Severo conoció a Cayo Julio Basiano, padre de Julia y sacerdote supremo del Templo del Sol, que le presentó a su hija menor, todavía soltera. El horóscopo de Julia Domna había vaticinado que se casaría con un rey, y esto fue irresistible para el supersticioso Severo. Se casaron en el 187 d.C.
En el 193 d.C. surgió la oportunidad para que Severo cumpliese esta profecía. La guardia pretoriana, irritada ante la disciplina impuesta por el nuevo emperador Pertinax (quien gobernó en el 193 d.C.), lo asesinó y subastó el trono imperial al mejor postor, alzándose con el mismo un senador llamado Juliano. El pueblo de Roma desaprobaba este nuevo régimen y la noticia se extendió por las provincias, donde tres generales, entre ellos, Severo, se declararon contendientes al trono. Severo, que superaba a los demás en capacidad diplomática y propagandística y que como gobernador de una provincia germana se encontraba más cerca de Roma, marchó sobre la capital del imperio y fue reconocido emperador por el Senado. Con ello se puso punto final al periodo conocido como el Año de los Cinco Emperadores.
Julia estaba en Eboracum (York) con Severo cuando este murió de una enfermedad en el año 211 d.C., momento en que, cumpliendo con el testamento, los hijos que había tenido con Julia, Caracalla y Geta, asumieron el trono de manera conjunta. Este sistema no duró mucho dada la animosidad entre los hermanos, que vivían en extremos opuestos de la ciudad. Existen pruebas de que Caracalla y Geta conspiraron el uno contra el otro y de que ambos temían por su vida, pero Julia intentó mediar entre sus hijos, así que cuando Caracalla le expresó su deseo de reconciliarse con Geta, dio su consentimiento para que concertase una reunión con su hermano en los aposentos privados de ella.
Las verdaderas circunstancias de su muerte siguen siendo inciertas, pues según Dión Casio, Julia también se encontraba en aquellos momentos en las últimas fases de un cáncer de mama. En cualquier caso, a la edad de 57 años, poco después del asesinato de Caracalla, Julia también había muerto. Sus restos se enterraron inicialmente en el mausoleo de Augusto, pero su hermana Julia Mesa los trasladó después, junto con los de Caracalla y Geta, al mausoleo de Adriano, que ya albergaba las cenizas de Severo.