La profecía de Ray Bradbury

El escritor norteamericano naturalizó en sus Crónicas marcianas lo que hoy la ciencia asegura: que hay vida en otros planetas.

Hacia fines del año pasado, nos enteramos de que La Estación Espacial Internacional (EEI) registró con su cámara cerca de 150 objetos voladores no identificados en trayectoria hacia la Tierra, que también fueron divisados por expertos de la NASA.

En medio de la pandemia, la noticia hizo apenas algunas ondas concéntricas antes de hundirse en el silencio como una piedra en el agua. Sin embargo, más de uno pensó en ese escritor norteamericano que con sus libros nos hizo conocer Marte mucho antes que los primeros datos suministrados por la ciencia.

Una de esas personas que tuvo muy presente a Ray Bradbury es la escritora Mariana Enríquez. La escritora argentina, autora de Las cosas que perdimos en el fuego y Nuestra parte de noche, se preguntó sobre los libros de Bradbury: “¿Por qué sus historias sencillas, clásicas, de enorme belleza lírica, producen revelaciones, provocan vívidos desa­sosiegos, reviven terrores atávicos y deliciosos, urgen, también, a contar?”, y llegó a la siguiente conclusión: “No hay escritor cuyo impacto, especialmente en la adolescencia, pueda compararse al que produce Ray Bradbury”.

La confesión está en línea con aquello que dijo Jorge Luis Borges, luego de leer en los últimos días del otoño de 1954 el libro Crónicas marcianas:“¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto al cerrar las páginas de su libro, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima?”.

El autor de A sangre fría, Truman Capote, cuando trabajaba en la revista Mademoiselle, leyó un cuento (Regreso a casa), que aparto de inmediato de la interminable pila de textos enviados por los lectores. Le había impresionado esa historia sobre un chico normal que tuvo la desgracia de nacer en una familia de superdotados, y propuso que fuera considerado para el Premio O. Henry como una de las mejores historias cortas de 1947.

Ese fue el primer espaldarazo importante que tuvo Ray Bradbury.
Mariana Enríquez parece dar en la clave de la fascinación de los textos de Ray Bradbury: es el hombre que tiene como gran tema la infancia, y nos lleva a leer sus textos como si siguiéramos siendo niños.

“Los cuentos de Bradbury vienen de ese país perdido para siempre, pero que él recuerda en cada uno de sus accidentes y sus milagros. Todos los cuentos de Bradbury son acerca de la muerte de la infancia, aunque escriba sobre la muerte de un planeta, de una casa o de una pila de libros que arden. Ese es parte –solo parte– del impacto de sus ficciones: el reconocimiento. Es el hombre que recuerda. Un emisario que trae olores y colores y voces que se creían perdidos desde un lugar que queda en el más lejano de los territorios: el pasado”, sostiene la escritora.

El profesor de Astronomía de la Universidad de Arizona, Chris Impey, dice: “Si los extraterrestres inteligentes visitan la Tierra, sería uno de los eventos más profundos de la historia de la humanidad”. Los astrónomos han descubierto más de cuatro mil exoplanetas -planetas que orbitan alrededor de otras estrellas- un número que se duplica cada dos años. Algunos de estos exoplanetas se consideran habitables; ya que tienen una masa parecida a la Tierra, y están a la distancia adecuada de sus estrellas para tener agua en sus superficies. A estas alturas, lo disparatado no es creer que haya vida en otros planetas, sino que no la haya. “Marciano”, ya no alude estrictamente a seres oriundos de Marte, sino a cualquier forma de vida que prolifere en algún confín del universo. Un espacio interminable para la imaginación y las hipótesis, pero pocos como Ray Bradbury fueron capaces de llenarlo con tanta poesía.

Bradbury imaginó a Marte como un planeta donde los habitantes de la Tierra íbamos a poder tener una segunda oportunidad. Expedicionarios que viajaban a ese planeta para encontrar algo, dejar algo o alejarse de algo. Los hombres se lanzaban al espacio enfermos de soledad, en busca de un mundo que es imposible imaginar. Los cohetes llegaban como langostas, dispuestos a dar a aquel planeta extraño una forma familiar, dispuestos a derribar todo lo insólito, a construir pueblos sobre la arena azul de ese mundo desierto.

Su imaginación se adelantó en muchos años a la ciencia. Dice Mariana Enríquez: “Inventó teorías que, con los años, nadie asociaría con su nombre, como la del “efecto mariposa” –formulada diez años antes de que lo hiciera el matemático Edward Lorenz– en el cuento El ruido de un trueno (1953), que Stephen King estuvo leyendo con atención para su novela 22/11/63.” La escritora dice que Ray Bradbury era un hombre extraño:

“Nunca aprendió a manejar (lo que en Estados Unidos es tan raro como estar vivo y no tener pulso). Se resistió a viajar en avión hasta que se hizo muy anciano: prefería, y usaba, el tren. Su nombre jamás se relacionó con ningún premio importante: ni siquiera ganó el Pulitzer”.

Noticias Relacionadas