Cultura
La revista Umbral Tiempo Futuro: unir la literatura con la ciencia
Entre 1977 y 1979 circuló una publicación que, desde los relatos fantásticos, pretendía dar cuenta de las grandes preguntas de la ciencia.
En 1951, el uruguayo Fabio Zerpa emigró a la Argentina, y no solo traía un par de valijas, sino también una obsesión: hacer visible públicamente la existencia de los ovnis. Logró su cometido, se convirtió en un heraldo de algo que él pretendía que fuera un territorio de la ciencia, y otros como una rama de la industria del entretenimiento: la ufología. Dio conferencias por todo el país, tuvo un programa de radio, fue invitado frecuente en programas de televisión y creó dos revistas: Cuarta Dimensión y Umbral Tiempo Futuro.
En el editorial del número 1 de esta última, Fabio Zerpa deslindó el ámbito de sus dos publicaciones: Cuarta Dimensión nació para documentar la realidad de lo increíble o de la ciencia del futuro: “Busca nuevas aperturas de conocimiento, allí donde se presenta con ribetes tan particulares el fenómeno ovni, que sigue siendo el enigma más apasionante del siglo XX. Busca y expresa documento, investigación, no narración, no literatura”. En cambio, Umbral Tiempo Futuro expresa “la narrativa de lo fantástico, de la anticipación, de la ciencia ficción”.
Fue recién con la incorporación de Juan Jacobo Bajarlía, escritor y abogado –egresado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de La Plata–, que la revista hizo una gran apertura, incorporando textos fantásticos de escritores de la talla de Jack London y Alejandro Dumas, entre otros, o la inclusión de secciones como “La ciencia en el cosmos” o “Asesinos de la historia”, sobre la cual cabe hacer un párrafo aparte, ya que en ella se dieron a conocer investigaciones que años después serían desarrolladas por otros medios, como la referida al clan Manson.
En el número 3 se cuenta la historia de ese músico aficionado que fundó una secta en el desierto de California, en los años 60, y que pasó a la historia del horror con el nombre de Charles Manson.
Juan Jacobo Bajarlía hace un minucioso relato de ese tétrico raid cumplido en la mañana del 9 de agosto de 1969, que dejó sobre la puerta del número 10050 de Cielo Drive, entre la Bahía de Los Ángeles y el Valle de la Muerte, una palabra escrita con sangre, “pigs”, y a través del cual muchos argentinos pudieron leer, por primera vez, ese relato cinematográfico que llegaba a su clímax de espanto con la descripción de ese hallazgo en el living de un chalet del cadáver de Sharon Tate, de 25 años, embarazada de ocho meses y medio, muerta de 16 puñaladas, y de Jay Sabring, famoso peluquero de Hollywood y novio de la actriz antes de que esta se casara con Roman Polansky. Ambos colgados de una viga del techo.
Siguiendo la tradición de las revistas de ciencia ficción, se incluían textos críticos sobre el género y viñetas sobre temas científicos asombrosos, leyendas de barcos fantasmas, historia de los vuelos espaciales o biografías de grandes inspiradores de la revista, como Julio Verne o Albert Einstein. Se podía leer “la dramática odisea de un hombre del futuro que, al morir, renace en distintos períodos de la historia”. Asimismo, había una sección de crítica de libros y de películas del género, y unas páginas dedicadas a cartas de lectores.
Quizá el momento más alto de la revista fue cuando viajaron a Los Ángeles para entrevistar a Ray Bradbury. Cuando le preguntaron al autor de Crónicas marcianas cómo definiría a un ser humano, dijo: “Como niños disfrazados de ejecutivos, de operarios, de enfermeras o de lo que ustedes gusten, pero niños en definitiva que se enfrentan con ojos asustados a un universo incomprensible, oprimente y aterrador. Tenemos que custodiar al niño escondido en nuestro interior”.