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Los tartesios sacrificaban a sus animales más preciados

Se estudiaron decenas de caballos, toros y cerdos inmolados en un santuario.

Cuando hace un lustro empezaron a excavar en Casas del Turuñuelo, un yacimiento tartésico en Guareña (Badajoz, España), los científicos creyeron estar ante una hecatombe. Según el diccionario de la RAE, hecatombe se refiere a una gran mortandad de personas o catástrofe. En tercer lugar, aparece el sentido original de la palabra, que procede del griego antiguo: sacrificio de 100 reses vacunas u otras víctimas, que hacían los antiguos a sus dioses. En el Turuñuelo no han encontrado 100 bueyes, pero sí restos de una cincuentena de animales, sobre todo caballos. Ahora, el estudio a fondo de todos los animales ilumina la relevancia de este lugar para sus constructores, los tartesios. Pero los motivos por los que Tartesos abandonó esta especie de santuario para desaparecer en la historia, sigue siendo un misterio.

Al excavar descubrieron una sala con un altar con la forma de una piel de buey en la que había elementos decorativos de procedencia cartaginesa o incluso griega en la que había también restos de animales. Pero a medida que bajaban hallaron primero dos caballos a los pies de una escalinata, después una especie de patio con una veintena de animales y más tarde, debajo de esa capa de huesos, otra con decenas de seres más. Entonces se creyó que formaban parte de una hecatombe al estilo griego y posterior banquete. Ahora, la revisión completa de todos los restos cuenta otra historia.

Los resultados del estudio arqueozoológico de los restos óseos han identificado a 52 animales. La mayoría son caballos (41 del total) y mulos adultos, pero también hay bóvidos (toros y vacas), cerdos y un perro. Pero el análisis estratigráfico muestra que este sacrificio masivo no fue durante una hecatombe única, sino que formó parte de una serie de rituales realizados en los últimos años del edificio hasta su abandono, cuando fue sellado intencionadamente.

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