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Los viajes al espacio podrían producir cambios permanentes en el cerebro

Los periplos de más de seis meses afectan los ventrículos, cavidades llenas de líquido cefalorraquídeo responsables de eliminar los desechos y de entregar nutrientes al cerebro.

Una nueva era espacial está en marcha. No solo el Programa Artemis de la NASA quiere enviar a una nueva generación de astronautas a la Luna, sino que también China ha manifestado su intención de que sus “taikonautas” pisen nuestro satélite a finales del próximo lustro. También ya se pueden vislumbrar los primeros viajes tripulados a Marte a partir de la década que viene, aparte del floreciente mercado del turismo espacial. Sin embargo, aun quedan en el aire muchos desafíos en lo relativo a cómo afecta el espacio a la salud humana.

Investigadores de la Universidad de Florida acaban de publicar un estudio en el que analizaron los escáneres cerebrales de 30 astronautas antes y después de sus viajes espaciales. En esta información, encontraron que los ventrículos del cerebro, unos órganos en los que se crea y almacena líquido cefalorraquídeo (que rodea el cerebro y la médula espinal, acolchándolos y protegiéndolos de traumatismos), además de ser los responsables de eliminar los desechos y de entregar nutrientes a nuestra mente, se expandían “de forma significativa” en aquellas personas que completaron misiones más largas de seis meses. Además, estos cambios no se recuperaban por completo hasta pasados los tres años, por lo que los autores señalan que los viajes repetidos podrían significar cambios irreversibles en el cerebro de los astronautas. Los mecanismos en el cuerpo humano distribuyen fluidos de manera efectiva por todo el cuerpo; sin embargo, en ausencia de la gravedad, el fluido se desplaza hacia arriba, empujando el cerebro dentro del cráneo y haciendo que los ventrículos se expandan. “Descubrimos que cuanto más tiempo pasaba la gente en el espacio, más grandes se volvían sus ventrículos”, explica Rachael Seidler, profesora de fisiología aplicada y kinesiología en la Universidad de Florida y autora del estudio.

Este trabajo no es el primero que estudia las consecuencias de viajar fuera de nuestros dominios terrestres a nivel físico. Se sabe que las personas que están lejos del “abrazo” de la gravedad sufren una severa atrofia en la musculatura (por eso tienen programas intensivos de entrenamiento en la Estación Espacial Internacional), sufren un déficit de calcio, ven cómo se alarga temporalmente su columna vertebral y presentan alteraciones temporales en los telómeros, los extremos de los cromosomas.

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