Marta Barrio y una novela lograda sobre un embarazo fallido

La mujer gestante no sabe cómo nombrar lo que lleva adentro, y mucho menos sospecha que tiene el nombre de su tragedia.

“Según mi embrión iba alcanzando, sucesivamente, el tamaño de una uva, un dátil y un higo, o un caracol, una mariposa y una libélula, me sentía cada vez más cansada”. La mujer gestante no sabe cómo nombrar lo que lleva adentro, y mucho menos sospecha que tiene el nombre de su tragedia.

Ese niño que se está haciendo sitio en el interior de la protagonista ha desbordado de sueños a esa mujer que al descubrirse madre siente que todo en su vida se está transformando: “Mi cuerpo es una casa en proceso de reforma, en donde se tiran tabiques y se remozan paredes”. Pero un día, luego de una de las ecografías, el médico le lanza a la cara la palabra “acondrogénesis”, una anomalía genética por la cual los huesos largos son demasiado cortos, impidiéndole el desarrollo de la cavidad torácica y atrofiándole los pulmones. Esa es la malformación que padece su criatura, y el drama en la que la protagonista se hundirá irremediablemente.

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