Cultura

Narciso Ibáñez Menta el hombre que siempre vuelve de la muerte

Pocos cultivaron con su calidad el género de terror en nuestro país. Este actor español que vivió muchos años en Argentina llenó de miedo la pantalla del cine y la televisión.

El miedo estaba allí donde él apareciera, aunque se tratara de una propaganda televisiva. Quién puede olvidar cuando en las tandas aparecía, en medio de una neblina hogareña, diciendo: “En su casa flotan los fantasmas de una comida en base a coliflor”. Y sugería el nombre de un purificador “para alejar definitivamente esos fantasmas”. La risa del televidente era de alivio, esta vez el monstruo no había venido por nosotros.

Narciso Ibáñez Menta tenía todo lo necesario para convocar nuestros miedos infantiles. Nos obligaba a escondernos de esa voz capaz de asustarnos hasta el llanto y el temblor. Su éxito arrollador demostraba que no se trataba de casos individuales. El hombre que volvió de la muerte alcanzó en televisión 60 puntos de rating. No menos exitosos fueron sus programas Un pacto con los brujos, El sátiro, El robot humano y La bestia debe morir. En la mayoría de esas series era el autor del guion, pero, sobre todo, el protagónico central. Quien lo vio actuar no puede olvidar sus maravillosas composiciones actorales, su voz, sus manos, su ductilidad.

Nació en Asturias el 25 de agosto de 1912, hijo del actor Narciso Ibáñez y de la cantante Consuelo Menta. Fue un niño prodigio que debutó en las tablas andaluzas luego de una función que realizaron sus padres estando de gira. Lo llamaban “Narcisín, niño prodigio que canta, baila, recita e interpreta”. Siendo pequeño, su familia decidió radicarse en Argentina. En Buenos Aires, se subió por primera vez al escenario a los siete años con la zarzuela Los granujas, en el Teatro de la Comedia. Su debut cinematográfico fue una película de 1942, Una luz en la ventana, combinación simpática de terror, policial y comedia. “Esas películas de Boris Karloff le están haciendo mucho mal a la gente”, dice un policía en este filme donde Narciso interpreta a un científico loco, producto de una enfermedad que lo ha deformado, pero que sigue teniendo un gran corazón herido. Sus personajes, como ocurría con los de Lon Chaney, a quien Narciso conoció y emuló hasta convertirse en la versión hispanoparlante del hombre de las mil caras, producían en el público sentimientos encontrados. Es fácil pasar del terror a la piedad, del odio a la identificación, hay victimarios que resultan ser víctimas o viceversa. Como ellos, encontró en el maquillaje un aliado fundamental, y como en ellos, las almas torturadas eran tan importantes como el sufrimiento físico.

Daba mucha importancia al maquillaje. Su hijo, Chicho Ibáñez Serrador, recordaba: “Aprendió a caracterizarse con tanta precisión que quizás es el último de los actores que dominan a fondo este arte”. Para hacer El fantasma de la ópera –obra de teatro que hizo en la década del 30–, se tomaba siete horas diarias de trabajo ante el espejo.

Si con el terror Narciso Ibáñez Menta nos asustó durante décadas, en el melodrama cinematográfico nos hizo llorar a más no poder. A veces con un brutal efectismo, a veces con buenas armas. En Cinco gallinas y el cielo, es un arquetípico ejemplo del tipo de personaje que le gustaba representar: el pusilánime que cobra repentino valor. Un científico experimenta con gallinas una fórmula para dar coraje. Las gallinas son robadas y vendidas, y quienes las comen sufren dicho efecto.

Como cultor del género de terror no pudo sustraerse a la tentación de llevar a la pantalla algunos relatos de Edgar Allan Poe. El resultado fue más bien melancólico, no por culpa de su actuación, sino por la dirección de Enrique Carreras, quien en Obras maestras del terror, una película de 1960, no supo estar a la altura del autor ni del actor.

Su despedida del cine fue en 1976, con Los muchachos de antes no ­usaban arsénico, una brillante comedia negra dirigida por José Martínez Suárez –hermano de Mirtha Le­grand–, película en la que actuó junto a Mecha Ortiz, Arturo García Buhr y Bárbara Mujica, y que sería preseleccionada para el Óscar.

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