cultura

Niní Marshall, una artista única e inolvidable

Creó una galería de personajes desopilantes que hizo estallar de risa al público, tanto en cine, como en radio y televisión. Su habla es objeto de estudio en la Universidad de La Plata.

Hija de Pedro Traverso y María Ángela Pérez, inmigrantes asturianos, Niní Marshall nació el 1° de junio de 1903. Fue protagonista de una historia contada en infinidad de libros y revistas y cuya vigencia el tiempo no ha erosionado. Desde los cuatro años demostró su interés por la actuación y a los cinco hizo su primera presentación en el Centro Asturiano de Buenos Aires. Como a cientos de estrellas de la época, la radio la empujaría al cine. Llegarían, más tarde, casi treinta películas filmadas en nuestro país y otra decena en México. Creadora de personajes inolvidables, alguna vez confesó: “Mi vida es la de una señora de su casa que se hizo la graciosa”.

Tuvo una infancia en la que podía pintar sin permiso las paredes y deslizarse por la baranda de la escalera, esquivando las macetas de los entrepisos. La música de aquella casa en la calle Defensa al 200 continuó resonando para siempre en la cabeza de Marina, cuando su madre, encendida por una zarzuela, lograba el frágil milagro de que se quedara quieta, escuchándola cantar. En 1914, cuando tenía once años y sus hermanos estaban casados, se mudó a un departamento con su madre. Allí formó su primer grupo de teatro, “Los arribeños del norte”.

Con una natural predisposición a las imitaciones, en el colegio se le asignó un justo prestigio, entre sus compañeras del Liceo de Señoritas José Figueroa Alcorta. Tímida para pasar al frente y dar lección, era, sin embargo, “un monigote, que imitaba a todos los profesores”. Pronto terminaría el bachillerato y le quedaría la idea de ser doctora en Filosofía y Letras. Tardó muchos años en darse cuenta de que su verdadera pasión siempre había sido el teatro.

En la ruidosa Buenos Aires, que velozmente se adentraba en la tercera década del siglo, Niní -— separada y con una hija— empezó a buscar trabajo. En ese contexto, le proponen escribir una página para El Hogar, auspiciada por General Electric: “Fue una época en que, debido a una catástrofe pecuniaria, me vi en la obligación de ganarme la vida. Entonces, qué podía hacer yo, me pareció que podía escribir, empecé haciendo la publicidad en forma literaria de los artefactos eléctricos. De manera que hablaba de cristalinos arroyuelos y plateadas lunas, y terminaba aconsejando que barrieran el piso con escoba, con una aspiradora”.

Durante varios meses, la inquieta Marina siguió fatigando oficinas y redacciones. Con la muestra de sus artículos, se entrevistó con Emilio Karstulovic, director de la publicación Sintonía. Allí, su columna sería la publicación especializada más leída de la década. Por la redacción pasaron astros de cine, el teatro y la radio, todas las estrellas de Hollywood, los rodajes de las películas, las programaciones radiales y las damas de la burguesía porteña. No obstante, su carácter jovial y dicharachero lo recuperó cuando conoció al amor de su vida: Marcelo Salcedo, quien estuvo junto a ella durante veinte años.

Acusada desde varios medios por ser colocada “en la onda” por un concesionario espurio en sus manejos y ante la pasividad de la Secretaría de Comunicaciones, “La voz del aire” ya se había ganado varios enemigos. Mientras todo esto ocurría, Marina había comenzado a trabajar en esa radio, despuntando una de sus florecientes pasiones: cantar. No obstante, pronto no hubo una sola línea para ella en ninguna revista o diario. Decidida a buscarse un nuevo nombre, dio vueltas interminables. “Es cuestión de elegir uno”, le dijo su marido con poca paciencia. Y fue así que combinaron “Mar” de Marcelo y “Sal” de Salcedo. De convertirlo en “Shall” se ocuparon más tarde los periodistas y sus errores de tipeo.

A modo de rápida autobiografía, la propia Niní escribió: “La imitadora de cantantes y acentos, la niña que disfrutaba desde la platea con las matineés infantiles, con los artistas de varietés de teatro, la magia de la zarzuela y los espectáculos a los que la llevaba su madre, las canciones que la familia compartía, los bailes y aquellos trajes infantiles del carnaval de entonces, fueron moldeando a esta Niní Marshall, cantante internacional”.

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