cultura
¿Qué es el capitalismo?
Desde la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética, un solo sistema económico domina el mundo.
Hubo épocas en que las sociedades fueron regidas por el orden políticos: un rey, un emperador, un presidente y su partido eran el eje y el foco del poder. Pero en nuestros tiempos parece que el poder recto se transformó: era el económico. Todas las sociedades – salvo excepciones muy menores- practican la misma forma de intercambio económico y se organizan a su alrededor.
Como advierte el politólogo Atilio Borón, el capitalismo tiene legiones de apologistas. Muchos lo hacen de buena fe, producto de su ignorancia y por el hecho de que, como decía Karl Marx, el sistema es opaco y su naturaleza explotadora y predatoria no es evidente ante los ojos de mujeres y hombres. Otros lo defienden porque son sus grandes beneficiarios y amasan enormes fortunas gracias a sus injusticias e inequidades. Hay además otros («gurúes» financieros, «opinólogos», «periodistas especializados», académicos «bienpensantes» y los diversos exponentes del «pensamiento único») que conocen perfectamente bien los costos sociales que en términos de degradación humana y medioambiental impone el sistema. Pero están muy bien pagados para engañar a la gente y prosiguen incansablemente con su labor.
El capitalismo contiene una serie de premisas: la propiedad privada es el principio conductor absoluto. Dos siglos después de promulgada, se mantiene vigente la regla del Código Civil de Napoleón, de 1804: “La propiedad es el derecho de gozar y disponer absolutamente de las cosas, siempre que no se las use de modo prohibido por las leyes o por los reglamentos”. Asimismo, el uso de la propiedad puede tener dos usos paralelos: el consumo o el lucro.
Por otro lado, el capitalismo es mucho más que un sistema económico: es el formato con que las personas hacen todo lo que hacen. La enorme mayoría lo ejerce a cada momento: si no está vendiendo su fuerza de trabajo para conseguir dinero está comprando con ese dinero los objetos o servicios que necesita. Como sistema profundamente monetarizado, todo estaba definido por la circulación de dinero. Para los habitantes del mundo, la producción y venta de mercancías es un ecosistema “pseudo natural”. En nombre de la democracia y la libertad de mercado, las empresas se han convertido en entes autoritarios, con propietarios y directos que ponen en marcha las estructuras necesarias para ejercer su poder sin cortapisas.
Lo cierto es que también este sistema legitima atrocidades. 218 millones de niños, entre 5 y 17 años, trabajan a menudo en condiciones de esclavitud y en tareas peligrosas o humillantes como soldados, prostitutas, sirvientes, en la agricultura, la construcción o en la industria textil. Asimismo, entre 1988 y 2002, el 25 % más pobre de la población mundial redujo su participación en el ingreso mundial desde el 1.16 por ciento al 0.92 porciento, mientras que el opulento 10 % más rico acrecentó sus fortunas pasando de disponer del 64,7 al 71.1 % de la riqueza mundial . El enriquecimiento de unos pocos tiene como su reverso el empobrecimiento de muchos. Según Eduardo Galeano: “El capitalismo envenena el agua, la tierra y el aire, además del alma de la gente”.
Ese solo 6.4 % de aumento de la riqueza de los más ricos sería suficiente para duplicar los ingresos del 70 % de la población mundial, salvando innumerables vidas y reduciendo las penurias y sufrimientos de los más pobres. Entiéndase bien: tal cosa se lograría si tan sólo se pudiera redistribuir el enriquecimiento adicional producido entre 1988 y 2002 del 10 % más rico de la población mundial, dejando intactas sus exorbitantes fortunas. Pero ni siquiera algo tan elemental como esto es aceptable para las clases dominantes que desde el escalón más alto de la pirámide ven los efectos de ese sistema del que son exclusivos beneficiarios.
