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Rusia ya está camino a la Luna para conquistar su agua helada

La sonda robótica Luna-25 despegó con éxito. El objetivo es convertirse en la primera nación en alcanzar el polo sur del satélite, dos días antes que la misión de la India.

Rusia quiere volver a ser una superpotencia de la exploración espacial, frente al liderazgo que demuestran hoy EE. UU. y China. Y su objetivo es la Luna. Concretamente, Moscú pretende que su módulo Luna-25 sea el primero en alcanzar los codiciados hielos lunares. Y va en camino: un cohete Soyuz fue lanzado con éxito hacia el espacio y aspira a ser pionero en la exploración del polo sur lunar. No es un objetivo fácil. En abril, una sonda japonesa se estrelló en su intento de realizar el primer alunizaje por una empresa espacial privada. Y las zonas abruptas del frío y oscuro polo complican la tarea todavía más. “El cohete funcionó correctamente, la etapa superior se separó y ahora está poniendo la navegación automática en una trayectoria de vuelo hacia la Luna”, celebró Roscosmos, la agencia espacial rusa. “La sonda robótica Luna-25, por primera vez en la historia moderna de Rusia, se dirige al satélite natural de la Tierra”.

Para el despegue, Moscú evacuó a los 26 residentes de una aldea en el extremo este de Rusia debido a “una posibilidad entre un millón”, según Roscosmos, de que una de las etapas del cohete que lanza el módulo pueda caer sobre sus cabezas. Los habitantes de Shakhtinsky vieron el lanzamiento desde un lugar privilegiado y recibieron un desayuno gratis en su evacuación de más de 3 horas.

El lanzamiento se realizó según lo previsto desde el llamado cosmódromo oriental en Vostochny, en la región de Siberia, a 5.550 kilómetros al este de Moscú. Rusia no había enviado una sonda hacia el satélite natural de la Tierra desde 1976, cuando el Luna-24 logró el gran éxito de traer de vuelta una muestra de rocas lunares. En ese momento, Rusia era parte de la Unión Soviética y los actuales líderes de la exploración espacial rusa quieren reivindicar ese legado.

La expedición ha insuflado algo de ánimo en la comunidad científica rusa, golpeada por la intromisión cada vez mayor del Kremlin en las universidades y la persecución de algunos reputados investigadores. “Los objetivos de Luna-25 se pueden dividir en técnicos y científicos”, escribía el profesor Maxim Litvak, de la Academia de Ciencias de Rusia, en Kanal Nauka. “Ha pasado casi medio siglo desde nuestra última misión”.

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