Entrevista Exclusiva

Una novela que evoca los años de la última dictadura

El escritor platense Juan Aiub acaba de publicar Los mundos que perdimos, un libro que desde la ficción camina por las huellas dejadas por el terrorismo de Estado.

Dos historias en contrapunto marcan el tempo de un relato con una prosa de­licada y austera que nos conduce al corazón mismo del horror. Los dos personajes, Manuel y Victoria, están entregados a una búsqueda desesperada por encontrar un destello que dé sentido a sus existencias. Los mundos que perdimos es la primera novela de Juan Aiub y fue publicada por EME, una editorial de nuestra ciudad.

—¿Qué te llevó a dar el salto de la poesía a la novela?

—Ingreso a la literatura primero como joven lector, luego continúo como editor de poesía en la colección Los Detectives Salvajes. Allí publicamos a mi padre, Carlos Aiub, a otros poetas silenciados y silenciadas por la dictadura, y finalmente a poetas de nuestra generación, nacidos en los 70. En ese vínculo estrecho con los versos nace la posibilidad de publicar Subcutáneo, que funcionó como diálogo generacional poético, como expresión urgente y sin la pausa que –entendí mucho después– requiere la narrativa. No fue un salto, fue más bien una lenta metamorfosis: las mismas obsesiones que reflejaba mi poesía se transformaron. Los mundos que perdimos nació sin saberse novela, fue cuentos, fue versos, fue posteos, fue un cúmulo de textos dispersos que, de repente y como por una reacción química violenta, entendí que estaban conectados y que solo funcionarían juntos.

—¿Qué podrías contar de Manuel y Victoria sin traicionar la curiosidad del lector que quiere ir descubriéndolos por su cuenta?

—Ambos personajes están atravesados por hechos irreversibles del pasado, ambos intentan encontrar alivio en búsquedas o experimentos desesperados. Juan Fernández Marauda hizo una lectura muy interesante de mi novela: según él, conviven en Los mundos que ­perdimos las dos formas del género policial. Manuel refleja el policial clásico: método lógico, seguimiento de pistas y resolución del enigma. Victoria, por el contrario, representa el policial negro: acción, ­violencia, búsquedas fragmentadas y consecuencias sobre su cuerpo. Ambos personajes nos remiten a preguntas literarias irresueltas: ¿qué hacer con el género policial en Argentina después de la dictadura?, ¿cómo resolver un crimen cuando no se trata de uno, sino de un ­genocidio?

—La novela contribuye a repensar lo ocurrido durante la última ­dictadura, ¿creés que la ficción puede llegar a honduras que están vedadas al relato periodístico o el ensayo?

—El relato periodístico y el ensayo son formas de continuidad del testimonio; tienen la potencia de lo nombrado, pero también el riesgo de agotarse. La ficción, en cambio, se construye sobre el complejo balance entre lo dicho y lo no dicho que permite infinitas variaciones. Tanto en el testimonio como en la ficción, el desafío pasa ya no por dar a conocer, sino por encontrar nuevas formas de hablar de aquello que todavía interpela y, en términos de contribución a la continuidad de la memoria, cómo esos mecanismos pueden acceder y conmover a las nuevas generaciones.

—El libro evidencia que las ­secuelas de la dictadura están marcadas profundamente en el imaginario social.

—El personaje de Manuel está atravesado por dos grandes búsquedas alrededor de las consecuencias de la última dictadura. La referida a su identidad goza hoy de un consenso social profundo construido sobre la descomunal lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo. En el otro extremo, la complicidad civil es sin dudas la arista de la oscuridad con menos avances en términos de juicio y castigo.

—El personaje de la novela tiene muchos parecidos con vos, ¿en qué medida la escritura del libro sirvió para ahondar más en vos mismo?

—El día que presenté la novela advertí que quienes buscaran un libro autobiográfico hicieran el favor de no comprarlo. Más allá del juego, mi historia personal está por supuesto presente, pero disgregada, desordenada y complementada con historias ajenas. Quizá lo más confuso para el lector que intente buscar no ficción o coincidencias con mis capas geológicas será que los elementos de mi pasado están repartidos entre los dos personajes principales y le resultará imposible volver a ensamblarlos.

Correrse de lo autobiográfico

Cada lector siempre encontrará en la literatura algún fugaz cristal que transforme en imperecederos los hechos de la realidad. Al señalar las mayores dificultades que le planteó la escritura del libro, Aiub afirmó: “Sin lugar a dudas, la mayor dificultad fue tomar la voz de Victoria en primera persona. Busqué antecedentes y no encontré en la literatura argentina muchos autores varones tomando como propia una voz femenina. La elección del recurso tuvo que ver con la necesidad de correrme de lo autobiográfico, dar forma a esta otra nueva voz se convirtió en un desa­fío demasiado grande y estaba, ­además, acompañado por el riesgo de sonar inverosímil.”

Más allá del regusto melancólico que deja el título del libro, la lectura no lleva al desencanto, sino al desafío de construir otro mundo desde la identidad recuperada.

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