Voluntariado ayuda a que enfermos terminales puedan irse en paz

Un equipo multidisciplinario asiste médica, psicológica y espiritualmente a quienes están atravesando los últimos momentos de su vida. Dictan cursos para aquellos que quieran colaborar y planean inaugurar la primera casa hospice de La Plata

En la ciudad existe un equipo que enseña, a quien quiera asumir el desafío, cómo acompañar a los enfermos terminales para que el final de sus vidas sea en las mejores condiciones posibles. Quienes imparten el curso, además asisten gratuitamente en hospitales y domicilios particulares a pacientes que estén atravesando una enfermedad terminal y, por si eso fuera poco, tienen previsto inaugurar este mes el primer hospice de la ciudad: un hogar para ir a morir.  

En el año 2014, un equipo compuesto por un médico, una enfermera, un psicólogo, un cura, dos monjas y otros voluntarios se propuso capacitar en cuidados hospice. Esta palabra no tiene traducción al español pero refiere a la asistencia paliativa, aquella que se brinda a los pacientes cuando ya no puede combatirse la enfermedad, sumándole el acompañamiento espiritual. El objetivo es que el enfermo no sienta dolor y pueda pasar sus últimos días en su hogar para morir en paz. 

En la región se brindan cuidados paliativos en los hospitales Rossi, San Juan de Dios y Horacio Cestino, de Ensenada. La diferencia entre ese tipo de atención y el cuidado hospice es la forma en que se concibe al sujeto. “Acompañamos desde las tres dimensiones del ser”, explicó el médico paliativista que preside la organización, Guillermo Delledone, “asistimos lo corporal con un doctor, lo emocional con psicólogos y lo espiritual, desde la fe”, agregó. 

“Nuestro acompañamiento es desde la fe cristiana”, explicó monseñor Nicolás Baisi, encargado y asesor del Equipo Arquidiocesano de Pastoral de la Salud. Luego, agregó que el hospice “es ecuménico: atendemos a todos, sin importar la fe que profesen”.

A fuerza de voluntad

En el curso, que dura tres meses y se dicta todos los martes de 18 a 20 en la Catedral, se busca que los participantes aprendan a “hacer bien el bien”, según explicó Delledone. Para eso, se brindan contenidos como “realidad del enfermo terminal”, “relación de ayuda”, “fundamentos antropológicos” y “espiritualidad”, entre otros.

El mismo está destinado a cuidadores domiciliarios, profesionales de la salud, familiares, voluntarios de hospitales y todo aquel que sienta interés en formarse. Tiene un arancel mensual “muy económico”, aclaró Delledone. El doctor agregó que el dinero está destinado a la casa hospice, un proyecto que se sostiene, principalmente, a través de un sistema de asociados que contempla a ciudadanos, entidades y empresas que colaboran con una cifra fija, de carácter mensual. 

No todos los que realizan el curso terminan siendo voluntarios pero, según afirman los integrantes del equipo, suele suceder. A su vez, para integrar el voluntariado no es necesario realizar el curso, aunque sirve, y mucho. El requisito imprescindible para acompañar es pasar por la entrevista psicológica. Actualmente asisten al curso unas 20 personas. La misma cantidad de integrantes tiene el equipo de voluntarias del Hospital de Niños. Actualmente, la cifra total del grupo varía y necesita crecer de cara al ambicioso proyecto de la casa hospice. 

Los voluntarios asisten en forma domiciliaria y en hospitales o centros de salud. Dado el tenor de su tarea, no pueden dedicarle más de cuatro horas semanales, repartidas en dos días. 

“Cuidamos mucho al voluntario porque no es fácil asistir en esa etapa tan fuerte de la vida”, explicó Maricel Mosca, enfermera y coordinadora del área de salud del proyecto. Cuanto antes lleguen a conocer al paciente, habrá más posibilidades de ayudarlo a transitar ese difícil momento. La asistencia está destinada tanto al enfermo como a la familia. “Al estar día a día, se forma un vínculo de confianza importante”, explicó la acompañante terapéutica Ana Mayosky. “Con la confianza que entablamos como voluntarios, podemos ir poniendo almohadones para que el familiar del paciente no tenga un golpe tan fuerte. Y, aunque es difícil, el dolor compartido es dolor disminuido”, agregó.

El sueño de la casa hospice

El equipo de voluntarios tiene previsto inaugurar este mes la primera casa hospice de La Plata. Para eso, el Arzobispado les cedió el inmueble que antes ocupaban las Hermanas de la Misericordia en el Hospital San Juan de Dios, en 27 y 70. Allí, estipulan, a mediados de julio inaugurarán el hospice Inmaculada. El hogar contará con cuatro habitaciones para dos personas y buscará albergar a quienes “padezcan una enfermedad terminal, carezcan de obra social y tengan otras necesidades, como ausencia de familias que puedan contenerlos o que sean indigentes”, informó el presidente del proyecto.

El hospice apuesta a evitar que estas personas mueran en la soledad de los hospitales y que la sensación del hogar los acerque a una muerte digna.

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