La toma del Capitolio dejó a la historia colgando de una tela de araña

La institucionalidad democrática estadounidense pendió de un hilo por momentos, y la falta de autocrítica de Trump se cobró cuatro vidas.

Salvo por los asesinatos de sus dos presidentes George Washington y John Fitzgerald ­Kennedy, en sus casi 245 años de historia los Estados Unidos de Norteamérica jamás habían tenido una transición tan bochornosa, ni un golpe a la institucionalidad democrática como el visto en la jornada del miércoles en la sede del Capitolio.

Lo sucedido en el Congreso, cuyo edificio contiene a la Cámara de Representantes y a la de Senadores, es lo más parecido a un intento de golpe de Estado que se haya dado en dicho país y, aunque resulte difícil de creer, es algo que se venía rumoreando en las semanas previas.

Por este motivo, sorprendió que la seguridad del lugar no opusiera resistencia a los manifestantes, que finalmente vulneraron y pisotearon la historia de la nación y del sitio que es la ­representación de una democracia, cuya integridad nunca estuvo en duda, pero que en ese momento colgó como si pendiera de una tela de araña.

Los hechos no deberían sorprender a nadie, ya que fue el mismo Trump quien los fogoneó mientras detentaba el poder, tras dar vía libre a la transición presidencial, para “garantizar la paz”, según sus propios dichos, pero sin reconocer nunca la derrota electoral.

Desde el momento de su fracaso en las urnas, jamás dejó de denunciar fraude y hasta exigió al secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, ir a buscar los votos que le permitieran ganar un Estado otrora republicano y que finalmente cayó en manos de su oponente Joe Biden.

El pedido de Trump de una transición sin violencia es una de sus tantas medidas hipócritas, ya que en la previa alimentó con sus declaraciones la disconformidad de sus seguidores que irrumpieron en el Capitolio y que llevaron a que 4 personas perdieran la vida, 14 resultaran heridas y 53 fueran detenidas.

La toma del Capitolio se convirtió en una jornada que se recordará en la historia de la democracia norteamericana, y que deberá servir como ejemplo a ser revisado por quienes eligen votar para designar a su máximo representante.

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