Ganar la calle para vencer en las urnas

Entre los factores que afectaron la performance electoral del Frente de Todos está, sin duda, el aislamiento que impuso la pandemia. El peronismo, que se vitaliza en las calles, debió prescindir de los encuentros en el espacio público. Ahora, con la mejora en la situación sanitaria, pudo retomar la mística que siempre lo caracterizó.

No cabe duda de que la pandemia de Covid-19, la enfermedad provocada por el coronavirus SARS-CoV-2, produjo todo tipo de situaciones impensadas. En primer lugar hay que mencionar la tragedia que representan las muertes ocasionadas por el virus, las imágenes de dolor e impotencia que se multiplicaron a través de todo el mundo, imágenes de gente que veía morir a sus seres queridos a la distancia, a causa de la imposibilidad del contacto personal, para evitar la propagación del malhadado microorganismo.

Otros fenómenos han sido menos dolorosos pero también muy notables. La emergencia de toda una nueva forma de trabajar, y el cambio que eso implica en las relaciones laborales, entre compañeros y colegas, y entre docentes y alumnos, por ejemplo. Y ya en el terreno político, que es lo que nos ocupa en esta columna, el quiebre de una lógica del espacio compartido, del contacto directo, que caracteriza a algunos movimientos, entre los cuales se incluye sin dobleces el peronismo.

Tal como lo consignaba diario Hoy en una columna publicada el 23 de octubre, el peronismo siempre fue un fenómeno territorial. Durante la pandemia esto fue más importante que nunca, dado que la crisis hizo que los intendentes y referentes locales ganaran un peso inusitado por la necesidad de hacer llegar a cada barrio la imprescindible ayuda y además, participar del control y evaluación de los resultados de las medidas oficiales de cuidado y prevención.

Pero, por otra parte, esas mismas medidas privaron al movimiento justicialista de uno de sus mayores bienes: el contacto con la gente a través de convocatorias masivas, de cercanía, que no solo permitieran acercar propuestas y relevar problemas (lo que sí se hizo a lo largo de este año y medio largo) sino también mantener vivas la mística y la liturgia del peronismo.

Lo dijo el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, en un encuentro con vecinos de la Plata, la semana pasada. El evento, que se había planeado como una “mateada”, de carácter más bien intimista, se convirtió en una arenga fervorosa por lo masivo de la convocatoria. Más de dos mil personas se dieron cita en la Plaza Malvinas para escuchar al mandatario bonaerense. Fue, justamente, el retorno a esa mística callejera, al hábito de verterse sobre el espacio público para, allí, generar el encuentro cercano, tan caro al peronismo y específicamente al kirchnerismo.

Eso fue lo que no hubo, no pudo haber, durante gran parte del año, un año electoral en el cual la oposición sí hizo uso y abuso de calles y plazas generando encuentros en abierto desafío a las medidas preventivas diseñadas para contener la propagación del coronavirus. Ese espacio que dejó vacante el oficialismo, en cumplimiento de sus propias decisiones en aras del bien común, fue ocupado ruidosamente por un frente opositor que a cada paso cambiaba sus argumentos

pero mantenía lo estentóreo de su protesta.

Está claro que al menos parte del fenómeno registrado en las urnas el día de las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), es decir la contundente derrota del oficialismo ante este frente, ahora denominado Juntos, se explica por esta imagen paradójica: el peronismo guardado y la oposición en las calles. Así lo evaluó el propio Kicillof, quien en su diálogo con los platenses, dijo, entre muchas otras cosas, que las PASO tuvieron lugar sin que el Frente de Todos pudiera hacer una campaña al auténtico estilo justicialista.

“Ahora sí podemos hacer una campaña electoral y una elección como nos gusta”, dijo Kicillof en la ocasión. “Nos tocaron unas PASO con la situación sanitaria muy complicada y todavía no podíamos retomar actividades como ésta. Nos tocó ir a unas PASO sin poder hacer una campaña como le gusta, como sabe y como hace el peronismo y el campo popular. Nos tocó ir a las PASO sin poder ir a recorrer casa por casa, barrio por barrio, fábrica por fábrica. Nos tocó ir a una elección sin poder compartir, discutir, escuchar. Porque hay que escuchar, pero también, después de escuchar, tenemos que hablar y decir lo que pensamos”.

Para bien o para mal, el peronismo se alimenta del contacto en las calles, de las manifestaciones multitudinarias, se nutre del en­cuentro en el espacio abierto, en marchas y caravanas. Solo después de las Primarias pudo recuperar en buena medida esas herramientas.

“No tenemos ni los trolls ni las redes sociales. No tenemos tampoco los diarios. Nunca nos preocupó”, agregó el gobernador. “Tenemos la calle y tenemos la militancia.” Así resumió esta característica fundamental del movimiento que integra.

Mañana se verá si el último tramo de la campaña, ya al estilo y en el espíritu del peronismo, pudo marcar una diferencia. Las urnas dirán si el retorno de la mística implica el retorno de los votos.

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