El escándalo del segundo de De Vido

La estrategia de López para no declarar

A los gritos y argumentando un “ataque de nervios”, el exsecretario de Obras Públicas K se negó a hablar en su indagatoria ante el juez Daniel Rafecas. Según trascendió, en la víspera pidió cocaína a los guardias bajo el pretexto de padecer “síndrome de abstinencia”

Con Néstor Kirchner aprendimos que, en los poderosos,  el dinero provoca “éxtasis”. Allí están, para los anales del anecdotario político, las secuencias en las que exclamaba eufórico ante la puerta de una caja fuerte en un municipio de Santa Cruz, cuando era gobernador en los ’90 y su apellido todavía no nombraba calles ni edificios. 

¿Pero qué provocará el fin de la impunidad y el dinero fácil para esos hombres?¿Cuál será el destino de los arquitectos de la corrupción K, desde Cristina Kirchner para abajo? Hoy cuesta saberlo, porque los más altos funcionarios de la década pasada permanecen en libertad. 

Pero el exsecretario de Obras Públicas durante los últimos 12 años, José Francisco López, dio algunas pistas sobre lo que puede avecinarse: irán hasta la locura para no dormir entre rejas. 

Desesperado y frustrado en su intento por esconder casi $ 9 millones de dólares -presumiblemente proveniente de las arcas públicas- en un monasterio de General Rodríguez y tras la increíble coartada de la madrugada del martes, cuando, cual falso Robin Hood,  adujo que había robado para donar, ayer el exsegundo del exministro de Planificación Federal, Julio De Vido, escribió otro capítulo bochornoso para las páginas negras del relato K: la estrategia fue improvisar un “ataque de nervios” en plenos tribunales, para luego negarse a declarar como imputado por enriquecimiento ilícito ante el juez federal Daniel Rafecas.

El exfuncionario había pasado la noche en la DDI del partido de Moreno. Allí, pidió cocaína a los guardias que lo custodiaban, arguyendo síndrome de abstinencia, una versión que luego fue desmentida por su abogada, Irene Fernanda Herrera.

Ayer, la letrada tuvo que volver a dar explicaciones sobre el accionar de su defendido, cuando, al ser trasladado a los calabozos de Comodoro Py, comenzó a gritar e intentó quitarse el casco de protección que le pusieron las fuerzas de seguridad para golpearse la cabeza contra la pared. 

Cuando los policías consiguieron calmarlo “a medias” y lo subían de la planta baja al tercer piso, según fuentes judiciales, “la cosa se puso difícil”, por lo que debieron frenar el traslado y regresar a la alcaidía.

Hacia media mañana, cuando arribó su abogada, López fue trasladado de nuevo al juzgado, con chaleco antibalas, casco y las manos esposadas a la espalda.

Para la letrada, los episodios protagonizados por su cliente se debieron a que estaba “muy ansioso y sufriendo un estrés muy alto”, pero “no está loco”, aclaró. 

Sin embargo, el miércoles la abogada había asegurado que el exfuncionario sufría pánico, “sentía voces y deliraba”, un argumento que le permitió ganar tiempo y evitar tener declarar ante la fiscal de Luján, Alejandra Rodríguez, que imputó al exfuncionario K por tenencia ilegítima de arma de fuego y presunto lavado de dinero.

Tras la frustrada indagatoria de ayer, Rafecas dispuso que sea alojado en el Complejo Penitenciario de Ezeiza. El magistrado ya recibió las actuaciones de la causa abierta en la justicia provincial por el juez Gabriel Castro, que se declaró incompetente por el caso del dinero y sólo se quedó con el expediente por la tenencia del arma. Rafecas dictó el secreto de sumario  y ahora podrá profundizar en el caso por enriquecimiento ilícito para determinar el origen del dinero que López tenía al momento de su detención: 8.982.047 dólares, 153.610 euros, y 159.114 pesos, acumulados durante la era K y pese a que en su última declaración jurada dijo no tener un dólar.

Alertado por una llamada

Cuando el miércoles la fiscal de General Rodríguez, Alejandra Rodríguez, ordenó al grupo Halcón allanar la lujosa casona de la calle Belgrano 1018 que el exsecretario de Obras Públicas, José López, tiene en Tigre, las fuerzas de seguridad apenas se encontraron con el ladrido de un Labrador negro. Lo demás era ausencia: una vivienda recién deshabitada, con un plato de comida servida en la mesa del comedor, como de alguien que tuvo que levantarse apurado y no pudo terminar de cenar. “Estaba la mesa puesta para dos y la comida intacta en uno de los platos”, aseguró uno de los investigadores.

Además, en una de las habitaciones encontraron el placard donde -se presume- López escondía la valija y los bolsos donde guardó los casi nueve millones de dólares, con las puertas abiertas, “un indicador de que las sacó de apuro porque alguien lo llamó”, agregaron las fuentes. También hallaron, tirado y abierto, el estuche de la carabina Sig Sauer 522 calibre .22LR que le fue secuestrada en su detención en General Rodríguez, el silenciador de dicha arma y varias cajas con municiones desparramadas.

En tanto, en la mansión del hombre que quiso “guardar” sus ahorros espurios en un convento, el paisaje se completaba con figuras de santos; decenas de whiskies importados y joyas.

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