Hasta siempre, Pachorra

Adiós Sabella, te vamos a extrañar: maestro noble y ejemplar del fútbol

A poco de haber cumplido 66 años, falleció Alejandro Sabella producto de una cardiopatía en un instituto de Buenos Aires. Desde hoy, sus restos serán velados en el predio de la AFA.

Alejandro Sabella, ex futbolista destacado y ex director técnico de alto nivel, pero su sello distintivo radica en una certeza hecha pública por sus afectos más cercanos: que antes que otra cosa se trató de un hombre bueno, demasiado bueno para el impiadoso mundo del fútbol profesional.

Alejandro para los amigos, Sabella para los desconocidos, Pachorra para los más íntimos. El hombre que le dio un giro a su vida en los últimos 10 años falleció ayer en una clínica de Buenos Aires, en donde estaba internado desde el 25 de noviembre. Sufría del corazón y dejó a todos con el alma partida.

Sabella, culto de la humildad y ejemplo para cualquier enseñanza. Tuvo todo y no perdió el equilibrio. Mantuvo siempre los pies sobre la tierra, el respeto hacia el prójimo y jamás se la creyó.

Era el vecino que sorprendía a todos yéndose a cortar el pelo a la zona de 2 y 531. El que aparecía como uno más haciendo compras en el supermercado de 4 y 529. O el que atrás de un alambrado entre una media sombra, asomaba con cara de sorpresa espiando algún partido de Círculo Tolosano en 115 y 528, despertando la sonrisa de todos los presentes.

Hizo un culto de la palabra grandeza, y con gestos y actitudes demostró que hay otra forma distinta de vivir el fútbol. No todo es festejar un gol, levantar una copa o hacer una declaración estridente o verborrágica como suelen acostumbrarnos los jugadores.

Entrenador estudioso y obsesivo, las estadísticas lo confirman como uno de los más exitosos de la historia del fútbol argentino, porque en su corta carrera de apenas cinco años, peleó siempre hasta el final y llevó a sus equipos a lo más lejos. Y los números le dan un contundente respaldo.

En Estudiantes escribió un capítulo dorado y fue el último entrenador campeón. En la Selección se convirtió en el heredero más genuino de su padre futbolístico, Carlos Bilardo, llevando al equipo hasta el último partido en un Mundial después de 24 años, como ocurrió en Brasil 2014.

Fue un ejemplo de persona, por el respeto, lo afectuoso de sus gestos y su calidad humana. Pero también lo fue como profesional, porque como pocos (casi ningún entrenador argentino) representó al país hablando más de tres idiomas, capaz de encarar una conferencia de prensa en Europa contestando en portugués, inglés o castellano.

Después de sufrir varios años por una afección cardíaca prexistente a un tumor que se le detectó a finales de 2015, Sabella falleció ayer tras un mes y tres días de haber cumplido 66 años.

Era padre, esposo, amigo y por sobre todo, un hombre con valores y creencias políticas que nunca escondió y siempre defendió.

Sintió la partida de Néstor Kirchner en 2010, pero aún más la de Julio Grondona en 2014 y Diego Maradona este año. Seguramente todos ellos lo hayan recibido en el más allá, en donde el prócer del fútbol tiene un lugar reservado.

Sus restos serán velados hoy en el predio de la Asociación del Fútbol Argentino, en donde trabajó como ayudante de Daniel Passarella en la década de 1990 y donde construyó el último gran capítulo de la Selección nacional antes de un Mundial. Un prócer del fútbol en pleno siglo XXI.

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