Entre el frío y la suba de precios, los clubes de la región hacen magia para subsistir
Pasa en todos los puntos de la región capital, en donde el esfuerzo y el trabajo a pulmón de padres y delegados se convierte en algo indispensable para que las instituciones sigan en pie.
Desde hace más de 80 años, los clubes de barrio vienen cumpliendo una función social por excelencia, única y casi irremplazable en los barrios más humildes de La Plata. Crecieron a la par de una ciudad que avanzó como pocas durante todo el siglo 20 y se multiplicaron entre finales de la década del ’70 y los ’90, siendo válvulas de escape para asentamientos o lugares de casas muy humildes, calles de tierra y zanjas.
En Altos de San Lorenzo, por ejemplo, surgió Chacarita Platense, Fátima o Villa Lenci.
En Villa Elvira se forjó Criba en alusión al barrio Aeropuerto, así como lo hizo Crisfa se abrió paso pegado a la iglesia San Francisco de Asis en 69 entre 12 y 13 a la vuelta de donde se casó el general Perón.
En Los Hornos está Centro Fomento, pero se sumaron San Martín, Comunidad Rural y Alumni, y hasta algunas filiales de Estudiantes o Gimnasia. Ni que hablar en Romero con Romerense, en Abasto con Abastense y Expreso Rojo o en Gonnet con Polideportivo o ADIP, dentro de la zona de Villa Castells.
En Tolosa está el Círculo Cultural Tolosano, también Los Tolosanos. Todos ellos, como el DIVE Rojo y DIVE Azul de Villa Elisa, o Argentino Juvenil o Juventud en City Bell, atraviesan distintos problemas de rentabilidad. Algunos más, otro menos. Pero se hace cada vez más difícil mantener los clubes abiertos.
En el año 2009 se sufrió la crisis de la escasa concurrencia de chicos por la gripe aviar. En 2020 fue la pandemia. Y en la actualidad (casi igual a lo que ocurrió entre 2016 y 2018 en los primeros años del gobierno de Macri), la suba de tarifas y el aumento de precios hace casi imposible no tener déficit operativo. Cuando no sube la luz sube el agua. Y sino el pack de hamburguesas para cocinar en las parrillas cuando hay partidos.
En Crisfa, por ejemplo, lanzaron esta semana la venta de pre-pizzas a 12 mil pesos para generar fondos.
Se estima que en las jornadas de fútbol infantil de los sábados, se puede recaudar apenas cincuenta mil pesos de venta de entradas. A eso se le suma el “buffet” para el cual siempre hay un voluntario que se hace cargo de prender el fuego a la mañana y de quedarse hasta después de las 16 para limpiar todo.
En invierno se incrementa el consumo de garrafas para las cocinas aunque son pocos los que tienen vestuarios calefaccionados.
El club Juventud de City Bell, como tantos otros de la región, mantiene deudas con la Liga Aplafi porque han dejado de tener apoyo por parte entidades gubernamentales en 19 y 461.
De este modo, no se descarta un pedido hacia las autoridades para garantizar algún tipo de ayuda o subsidio y así poder garantiza que los más de 300 clubes de fútbol infantil que persisten en la región puedan seguir resistiendo, “contra viento y marea” y pasar el invierno de la mejor manera que se pueda.
