Falleció Andreas Brehme, el hombre que rompió el corazón a miles de futboleros en 1990

El eterno marcador de punta alemán sufrió un infarto y murió ayer a los 63 años. Fue el verdugo de la Selección de Bilardo en el Mundial más épico de la historia del equipo nacional y venció al indomable Sergio Goycochea en un penal a 9 minutos del final del partido en el estadio Olímpico de Roma.

Como dijo el recordado fundador de ADIP, Alfredo Cetratelli, técnico de infantiles y vecino de Tolosa, en julio de 1990, “no hubo mejor maneja de patear un penal como lo hizo Andreas Brehme” en la final de Italia 1990.

La jugada, que no solamente consagró al jugador sino también le dio a Alemania Federal la revancha deportiva en la final de una Copa del Mundo contra Argentina, quedó en la retina de todos los amantes de la Selección albiceleste como la estocada final a la puñalada del árbitro mexicano Codesal, quien sancionó un dudoso penal a menos de 10 minutos de que terminase 0 a 0 la final del mundo en Roma.

Pocas veces un equipo de Argentina había sufrido tanto, luchado tanto y festejado tanto para ganar un Mundial. Se lo merecía por insistente. Por nunca claudicar y por tener a su héroe, Maradona, caminando en una pierna buscando llegar a la meta y cumplirle la promesa a su hija Dalma: llevarle la Copa otra vez a casa.

En Italia 1990, la campaña de Argentina fue digna de una película o de un cuento de Eduardo Sacheri, que luego se terminó escribiendo y documentando en el cuento Un verano italiano, en el cual describe una relación de amor entre dos adolescentes que se fueron enamorando y cuya relación fue avanzando mientras la Selección de Bilardo avanzaba en el Mundial 1990. Cuyo final terminó siendo abrupto y repentino como la definición que tuvo la final.

Explicar el Mundial 1990 implicaría

inevitablemente una comparación con personajes que pasaron por la ciudad de La Plata: Bilardo, Troglio, Sensini como técnico de Estudiantes y Maradona como entrenador del Lobo.

Aquella definición de Brehme el 8 de julio en el estadio de Roma donde se jugó la final provocó las lágrimas eternas de Maradona y de millones de argentinos que se habían ilusionado como nunca antes con volver a festejar una Copa del Mundo. Pero aquella no era una copa más: era la copa en la que el equipo de Bilardo había eliminado a Brasil contra todos los pronósticos; la que había encontrado a la Selección dejando en el camino a Italia y acallando a todo el país organizador en las semifinales, y el mismo certamen que había consagrado como referentes personajes populares de la historia del equipo argentino a jugadores como Claudio Caniggia o el propio Goycochea.

Brehme fue el verdugo de aquel sueño y pasó de ser el hombre más odiado por los argentinos, al más respetado con el paso del tiempo, por la forma casi perfecta de patear un penal: abajo, cruzado y rasante contra el palo. Inatajable.

El gol de aquel rubio marcador de punta que jugaba de número 3 con el perfil cambiado (era zurdo, pero le pegaba con la pierna derecha a la pelota) fue celebrado y ovacionado por miles de italianos y brasileños que se habían quedado con la sangre en el ojo y festejaban más el dolor de Argentina que la alegría de Alemania.

Brehme nació en 1960 como Maradona y jugó 10 años en su Selección: desde 1984 hasta 1994. Al igual que Diego, disputó dos finales de mundiales: la de 1986 y la de 1990. Estuvo cuatro años jugando en el fútbol italiano para el Inter entre 1988 y 1992. Después tuvo un fugaz paso por España antes de recalar en Alemania, en el donde se retiró a los 38 años en 1998. Luego se dedicó a ser entrenador sin mayor éxito y ayer murió de un infarto.

Va a quedar en el recuerdo como el que nos borró la alegría y el sueño que se había generado en aquel verano italiano de 1990, en donde la “Selección de los milagros” estuvo a menos de 10 minutos de estirar la final al alargue y tratar de ganar otra Copa en los penales y las manos del Goyco.

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