Turf: Antonio Rivero colgó la fusta para siempre en La Plata

Es el jockey que corrió más de 16.000 carreras, de las cuales en más de dos mil oportunidades se impuso en distintos hipódromos.

Sin carreras jerárquicas, la reunión de ayer en el Hipódromo platense pasará a la historia del turf porque fue el día en que el jockey Antonio “Fabi” Rivero dejó la actividad y colgó definitivamente la fusta.

Días atrás le había dicho a diario Hoy: “La decisión está tomada y estoy tranquilo. Voy a correr algunas carreras más y disfrutar de estas reuniones que me quedan. Hasta el martes 24 (por ayer) que va a ser mi despedida”.

A los 55 años, tras casi cuatro décadas y muchísimos triunfos inolvidables, el jockey decidió que no seguirá compitiendo.
El maestro se baja del caballo y les deja el lugar a los chicos que él mismo educa desde su rol de profesor en la Escuela de Capacitación de La Plata.

Según los datos del Stud Book Argentino, Fabi Rivero ganó más de 2.000 carreras sobre casi 16.000 corridas, teniendo su pico más alto de rendimiento entre los años 80 y comienzos de este milenio.

Sus hazañas fueron muchas: ganador tres veces del Gran Premio Dardo Rocha, con el caballo uruguayo Adyacente, con El Charlatán y finalmente con Badajo. Pero eso no fue todo porque también se alzó con el GP Nacional del 2000 con Tapatío en Palermo y en San Isidro llevó al triunfo a Auténtico en el GP Jockey Club de 1989.

En la silla de Now Bordeaux el GP Selección de Potrancas de La Plata y con Pancho Press el GP Suipacha de 1992. Fue el jóckey de Vilas Light en dos de las tres gemas de la Triple Corona que obtuviera en 1992. Con Freddy se impuso en el GP Estrellas Juvenile. Y las hazañas de carreras Grupo Uno siguieron con Don Juan Tag en el GP Ciudad de Buenos Aires y con Mister Phone en el GP Estrellas Sprint, mientras que anotó su nombre en el tradicional GP Raúl y Raúl E.Chevalier, en 1999 y 2001, con Orientado Tom y El Expresivo, en 1999 y 2001, respectivamente.

Su último disco

Ayer fue su último cuarto de jockeys. Salió con la chaquetilla número 9, justo con los colores de su querido Lobo (ni que la hubiera pedido) y recorrió el túnel que va hasta la redonda. Cuando el reloj marcaba las 17.30 se enhorquetó en Mingle para disputar la undécima carrera. Sobró emoción cuando realizó el paseo preliminar porque allí estaba su anciana madre para presenciar su última competencia desde la casilla del juez de raya. También los profesores y los alumnos de la Escuela de Aprendices.

Por esta maldita pandemia, faltó el público en las tribunas para despedirlo pero sobró emoción en Fabi porque se agolparon de pronto los recuerdos de tantas tardes inolvidables de finales de taco y lonja. Así termina de ir un grande del turf nacional.

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