Entrevista exclusiva

Un try por la inclusión...

Emiliano Rodríguez, platense e integrante del equipo de rugby Ruda Macho, dialogó mano a mano con El Clásico sobre la diversidad sexual en el mundo de la ovalada. La historia de un grupo que pregona los valores fundacionales de la disciplina: amistad, integridad, respeto y solidaridad.

El rugby, al igual que otros deportes, suele ser un espacio en el cual aspectos culturalmente asociados con la masculinidad, como la virilidad y la heterosexualidad, son establecidos como la norma a seguir. Como contrapartida, nació el equipo Ruda Macho, un ámbito que nació a partir de un grupo de amigos para hacer correr la ovalada, luchar contra la discriminación y visibilizar la diversidad sexual en la disciplina. Emiliano Rodríguez, platense e integrante del team, dialogó con diario Hoy para reflexionar sobre el trabajo que viene realizando con sus compañeros: entender al deporte como una importante herramienta de transformación social.

“El equipo nació en el año 2019. Lo fundamos porque no teníamos un lugar donde practicar el deporte, no había clubes ni asociaciones donde nos sintiéramos incluidos. La mayoría de los compañeros son chicos gays aunque tenemos integrantes heterosexuales. De hecho, muchos de ellos se animaron a entrenar por primera vez en su vida”, comenzó relatando Emiliano Rodríguez.

Ocupar, resistir, transformar: bajo esos tres pilares avanza Ruda Macho. Ocupando las canchas para visibilizar. Resistiendo la discriminación. Transformando la sociedad.

Consultado sobre el mundo del rugby y la irrupción de Ruda, el primera línea explicó: “El rugby es muy masculino, al gay por lo general se lo asocia con una figura de debilidad. Eso hace todo mucho más difícil. Así todo, los clubes de a poco nos fueron abriendo puertas. El choque cultural llega los días de partidos, pero por suerte no sufrimos discriminación. Quizás hace unos años todavía se notaba más resistencia”.

La creación de la Copa Bingham, el torneo de rugby inclusivo más importante del mundo, fue una señal positiva para la inclusión en el deporte. Asimismo, el creciente número de clubes como Ciervos Pampas, Huarpes y Ruda Macho fortalece un ya existente valor positivo que está en aumento.

“Tomamos las banderas del rugby para que podamos ser todos amigos, por el hecho de fraternizar en los terceros tiempos y en la cancha. Elegimos la disciplina de manera inconsciente porque es un deporte en el cual las formas colectivas son esenciales para funcionar, siempre cuidando a tu compañero. En Capital Federal y gran parte del AMBA ya no existe la discriminación hacia el homosexual o chicas en general. Con el tiempo me gustaría crear un equipo en La Plata, va a costar porque es una sociedad conservadora pero lo vamos a lograr”, sentenció Rodríguez.

Por último, Emiliano dejó la invitación para quienes gusten sumarse al equipo: “Entrenamos martes y jueves de 20 a 22 en Parque Güemes (Belgrano, CABA). La práctica es libre, se pueden acercar a ver y por supuesto participar”.

Los integrantes de Ruda simbolizan su compromiso y su lucha cada vez que ingresan a un campo de juego. Esa es su militancia deportiva. Pero que la diversidad sea el leitmotiv no lo hace exclusivo para el colectivo. Sin etiquetas de género u orientación sexual, pero tampoco de clase. Rugby a disposición del valioso deseo de aprender y jugar.

Agustín Creevy fue citado por la EPCR

La Copa de Campeones Europeos de Rugby recibió una denuncia contra Agustín Creevy, luego del partido por los cuartos de final de la Challenge Cup, en donde London Irish perdió ante Toulon en el Stade Félix Mayol.

La acusación que recae sobre el primera línea argentino es que tiró del pelo al segunda línea de Toulon, Eben Etzebeth, en el minuto 35 del partido en contravención de la ley 9.27, situación por la cual fue amonestado.

La ley 9.27 sostiene que un jugador no debe hacer nada que vaya en contra del buen espíritu deportivo y, según las sanciones por juego sucio de World Rugby, esta norma relacionada con tirar o agarrar el cabello puede ser penada por dos (rango bajo), cuatro (medio) o seis a 52 semanas (alto).

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