A 20 años de la muerte de Walter Olmos

El heredero de Rodrigo se mató jugando a la ruleta rusa una fatídica noche de 2002. Era catamarqueño y tenía apenas 20 años. Diario Hoy repasa su breve pero intensa vida.

scuchó cantar a La Mona Giménez y se prometió dedicarse al canto una vez que saliera del reformatorio en el que estaba: había entrado a los trece años por mal comportamiento. Salió a los dieciséis. Al salir empezó a ser otro.

Walter César Alberto Olmos nació en San Fernando del Valle de Catamarca el 21 de abril de 1982. Su madre Noemí lo tuvo a los 15 años y fue el primero de nueve hermanos. Se crio en un contexto de pobreza y llegó a vivir en la calle. Fue limpiabotas y él mismo reveló que sólo había robado comida y que apenas en tres ocasiones lo habían agarrado. “Es mucho frío, nadie te da una mano tirado ahí en la calle. No tenés ganas de ir a tu casa, te da miedo que tu vieja te pegue porque no llevás un mango. Sabés que en cualquier momento viene la Policía y te levanta. Vos querés hacer algo y nadie te da una mano para que tu familia pueda comer. Eso es hambre”, comunicó en una recordada entrevista con la revista Veintitrés.

Al salir del reformatorio, co­menzó su recorrido en la música. Específicamente en el cuarteto, género que era furor por aquellos años. Probó suerte con algunas bandas pero fue con Los Bingos, un histórico grupo catamarqueño, donde empezó a deslumbrar como cantante. Es recordada la anécdota de su promesa a la Virgen del Valle, de la cual era devoto: si lo hacía cantar, le llevaría diez pesos. Con Los Bingos finalmente pudo cumplir su promesa. Era fanático de La Mona Giménez. Tenía un carisma natural.

Una noche, en un boliche de su provincia lo escuchó Rodrigo, quien en ese momento era el rey del cuarteto. Quedó fascinado, preguntó: “¿Quién es este muchacho que tiene la voz parecida a La Mona?”. Se conocieron a los pocos días y a partir de allí nada sería lo mismo para Olmos. Fue una epifanía. Se convirtió en su heredero y aprendiz.

Con el cordobés compusieron juntos el hit Por lo que yo te quiero. Su primer disco, A pura sangre (2000), llegó a vender 150.000 copias. Semejante suceso le valió el apodo de “La Locomotora Catamarqueña”. En ju­nio de ese año, en un accidente de auto falleció Rodrigo y fue un golpe muy duro para él. En su momento declaró: “Lamento no haber manejado yo esa noche, así evitaba su muerte”.

En 2001 agotó varios Luna Park. Ya no era una promesa del cuarteto sino, junto a La Mona, el artista más importante del género. Pero estaba cansado. Y lo supo decir en ese tono que siempre llevó consigo. “Estoy muy cansado. Soy un chico sano, no tomo nada para aguantar. Estoy débil, con sueño, tengo hambre, extraño a mi familia”, explicó en una entrevista televisiva de esos días. Hacía años estaba en pareja con Vanessa Passaro. En abril de 2002, durante una gira, sufrió un accidente de auto que lo dejó varios días en terapia intensiva. Luego de la recuperación retomó las giras.

El 8 de septiembre de 2002 tenía una serie de shows programados en varios boliches. Mientras descansaba junto a sus compañeros de banda, en un hotel del barrio de San Cristóbal de la ciudad Buenos Aires, empezó a jugar con un arma Bersa calibre 22, confiado en que no iba a dispararse. Apuntaba y gatillaba a sus compañeros, que no tomaban con gracia ese juego. Ya en su habitación, a punto de ducharse y tirado en la cama, siguió. Pero esta vez el disparo salió, y entró por su sien derecha causándole la muerte de manera inmediata.

Miles de seguidores lo despidieron primero en la bailanta Mundo Bailable de Ingeniero Budge y luego en su Catamarca natal. Con apenas 20 años era un furor de la movida tropical, pero su recorrido se truncó de la manera más triste. Para siempre quedó su cara de changuito eterno y pícaro y sus canciones, que aún hoy siguen sonando.

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