Diego Lublinsky estrena documental sobre vínculos e identidad

La película cobra más fuerza tras el triunfo de Lula en Brasil, ya que analiza cómo una joven debe trasladarse a la Argentina para poder vivir libremente su identidad sexual

En Me busco lejos, la nueva propuesta de Diego Lublinsky, se cuenta cómo dos historias atravesadas por familia, vínculos, política, sociedad se entrelazan. Una joven que debe reinventarse en otro país por un gobierno que la expulsa. Un hombre que requiere del sistema médico y de sí mismo para reponerse.

El exilio y la identidad, el cuerpo y los deseos, en un relato que cobra una vigencia única al conocerse el resultado de la reciente elección en Brasil. Diario Hoy dialogó con Lublinsky para saber más detalles de la película.

—¿Cómo fue volver al documental?

—Fue muy enriquecedor. Cuando egresé de la escuela de cine (la Enerc) yo no me autopercibía ­documentalista, a pesar de que en una escuela uno se ejercita tanto la ficción como el documental. Sin embargo, paradójicamente, mi ­primer trabajo (entre 1992 y 1995) fue junto a Fabián Polosecki, cuando dirigí unos micros documentales que se emitían dentro de otro programa primero (Rebelde sin pausa /Cuidado con el perro), y luego los capítulos de El otro lado y El visitante. Esa fue mi verdadera escuela.

—¿Cuándo decidiste cruzar tu historia con la de Graziele?

—El documental en principio se proponía mostrar los cambios en la cosmovisión de mi cuñada, una inmigrante que en aquel entonces tenía 19 años y que iba a abandonar su isla natal, de 2.000 habitantes en Brasil, para venir a vivir a la Argentina y convivir con mi familia bajo el mismo techo. No sabíamos bien hacia dónde derivaría la historia, pero estaba claro que si íbamos a filmar nuestra cotidianeidad, la de nuestra familia, nosotros quedaríamos expuestos. Entonces hicimos una especie de pacto con mi mujer y con Graziele en el que estuvimos de acuerdo en exponernos sin preocuparnos por cómo se nos vería en la pantalla, por si quedaríamos bien o mal parados, con la idea de que enfrentar ese desafío nos haría crecer como familia.

Al comienzo, antes de viajar a Brasil a registrar la partida de mi cuñada hacia la Argentina, yo le di varias tareas a Graziele, que consistían en que escribiera distintos textos expresando cómo veía a su padre, a su difunta madre, a su hermana, a su abuela. Lo que yo quería era tener un retrato de su punto de vista en aquel momento, fundamentalmente respecto de su familia. Cuando llegó la pandemia, durante las noches de insomnio, comencé sin proponérmelo a hacer algo muy parecido a lo que le había pedido a Graziele un año y medio atrás. Yo estaba haciendo el duelo por la pérdida de mi hermano menor, que, como toda pérdida familiar, reconfigura los ro­les de cada miembro dentro de la familia. El hecho de poner en papel mis puntos de vista respecto de mis relaciones familiares me hizo revisar las cosas que en mi familia venían dadas y nunca habían sido cuestionadas.

En medio de esa especie de deconstrucción familiar apareció la voz de mi madre para aportar datos de mi origen que me ayudaron a entender, o al menos arribar a una explicación posible sobre cómo y por qué se fueron configurando nuestras personalidades (la mía y la de mi hermano) a partir de la dinámica que se vivía en nuestra familia.

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