Cultura

Jorge Luz, “la chusma” más famosa de la televisión argentina

Fue un humorista que descolló en todos los ámbitos en los que trabajó. La pantalla chica le debe algunos de sus personajes más desopilantes.

Tenía nombre de integrante de la realeza española, Oscar Jorge Da Luz Borbón, pero había nacido en Empalme San Vicente, hoy Alejandro Korn, el 8 de mayo de 1922. Jorge Luz, como decidió hacerse conocer, comenzó protagonizando radioteatros, y luego pasó al cine y a la televisión, convirtiéndose en uno de los grandes humoristas argentinos.

Creó numerosos personajes, entre ellos uno de sus mayores éxitos televisivos, la Puyeta Adorna de Videla, una periodista esnob que derrapaba inevitablemente en el fango de los lugares comunes. Era un personaje “bienudo”, pelo renegrido, con raya al medio, que se desvivía por enjaretar a sus entrevistados una pregunta indiscreta. El reporteado, siempre un personaje famoso, se retiraba indignado y a los gritos. La primera aparición del personaje fue en el programa de canal 9 La hostería encantada, en los años 60. El personaje existía, era la periodista Sara Puyeta Videla Dorna, amiga del cómico. Le copió meticulosamente su manera de hablar, su gestualidad, su forma de vestirse. Lo suyo era la pregunta sobada hasta el hartazgo, una suerte de emperatriz de lo remanido. Ella humorísticamente puso en órbita una pregunta que luego muchos otros formularían con seriedad: “¿Te sentís realizado?”.

“Ahí va la Puyeta”, le decían cuando lo veían por la calle. Fue un éxito enorme, el apodo se propagó fácilmente entre aquellas ­personas que presumían de una originalidad de la que carecían por completo. Una popularidad que ya había alcanzado con otro personaje: la vieja Etelvina Lapizlásuli Iturriberri, viuda de Menéndez Tareti. En los años en que encarnó ese personaje solía encontrarse con gente que le decía: “Te juro que tengo una tía que es igual”.

A Jorge Luz le gustaba improvisar ­totalmente los sketches, no necesitaba ­ensayos para ponerse inmediatamente en la piel del personaje. Cuando se largaba a hablar, parecía que no lo podía detener nada ni nadie. En cuanto a los entrevistados, ­quería que fuera gente considerada “seria”, cuando iban cómicos el programa se volvía aburrido. Él lo explicaba así: “Cuando es un humorista, no saben muy bien cómo tienen que comportarse. No quieren competir en ese momento conmigo por una cuestión de ética y, entonces, se cuidan un poco de lo que hacen o dicen, quitándose sin querer ­espontaneidad”.

Hacia fines de la década del 60, Jorge Luz fue factótum de otro gran éxito televisivo: Las chusmas, mujeres de barrio que, escoba en mano, destruían con sus chismes la reputación de todo el vecindario. Vestidos chillones, pelucas, moños, pestañas postizas, rouge y, sobre todo, mucha inofensiva ponzoña. Un día, Jorge Luz iba por la calle y lo paró una señora que estaba baldeando la vereda, hablando a los gritos con la vecina, con chancletas, zoquetes y llena de ruleros, y le dijo: “¡Yo no sé de dónde saca usted tanta imaginación para hacer Las chusmas!”. El programa fue antecedente de otro gran éxito televisivo que protagonizaría, muchos años después, junto a Jorge Porcel: “La Tota y la Porota”, un segmento de Las gatitas y ratones de Porcel. Jorge Luz se encargó de ponerles nombre a los personajes que tuvieron tanta repercusión popular que, a partir de 1994, se convirtió en un programa propio.

Jorge Luz comprendió rápidamente que a la gente le gusta ver a los seres reales caricaturizados, proyectarse en esos personajes o ver en ellos a gente de su entorno. Sentir que la televisión expresa su realidad y les permite el milagro de una risa.

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