Los peligros de la marginalidad

“No traten de encontrarme, no salgo yo a ninguna parte, prefiero caminar por mi mansión. Toda esa pobre gente, los que se mueren de repente,espero que ahora estén mucho mejor” Ya morí (Ratones Paranoicos)

Este tema dedicado al Indio Solari fue lanzado en 1991, poco tiempo después de la muerte de Walter Bulacio, un fan que fue asesinado luego de haber concurrido a un recital de Los Redondos. 

Lo sucedido el último sábado en Olavarría no fue producto de la casualidad o de un castigo divino. Como diría Gabriel García Márquez, fue la crónica de una muerte anunciada, consecuencia directa del accionar de un personaje que, pese a ser millonario, desde hace años se desenvuelve en la vida como un marginal. 

Si bien la marginalidad muchas veces aparece asociada con la pobreza y la indigencia, en una suerte de relación de causa-efecto, es un fenómeno que atraviesa todas las clases sociales. Un claro ejemplo de ello es el propio Solari, un sujeto que cree que puede vivir y actuar por fuera de las más elementales normas sociales. Y que, para colmo, en colaboración con empresarios y políticos inescrupulosos, hasta incentiva a sus fanáticos a comportarse de la misma manera.

Solamente a un marginal se le puede ocurrir hacer un recital con casi medio millón de asistentes en un inhóspito predio rural de Olavarría, con capacidad reducida. Como era de esperar, el descontrol fue absoluto: desde todo el país, miles de personas viajaron en peores condiciones que el ganado, durmiendo al costado de las rutas. A ellos se le sumaron hordas de delincuentes que protagonizaron todo tipo de desmanes, incluyendo saqueos, robos a mano armada y quema de comercios.

Este marginal, a su vez, tiene un desmedido afán por el dinero fácil. Por eso, en lugar de recurrir a estadios preparados para la realización de megaeventos, opta por trabajar una vez cada dos años, maximizando ganancias, buscando lugares no aptos para evitar pagar impuestos y así achicar los costos que implica organizar un recital multitudinario con las correspondientes normas de seguridad. Se estima que con el concierto del sábado, que para colmo desilusionó a casi todos los fanáticos, amasó mas de $200 millones.

El Indio no es más que el exponente de una pseudocultura que se encuentra muy arraigada en nuestro país y que idolatra a ciertos artistas hasta llegar al límite de lo inimaginable. ¿En qué mente puede caber la idea de que, por asistir a un recital, un grupo de personas pueda poner en riesgo a sus propios hijos, muchos de ellos niños, que son arrastrados a presenciar y participar de la locura ricotera?

Ahora bien, el Indio Solari no es el único responsable de lo sucedido. Seguramente, la Justicia deberá indagar en las responsabilidades políticas que permitieron la realización de ese recital, cuando en esa misma ciudad, hace 20 años, el entonces intendente había prohibido que se realizara una presentación de Los Redondos, temiendo que ocurriera lo que finalmente sucedió este fin de semana.

Lamentablemente, en la Argentina, las lecciones no se aprenden. La tragedia de Cromañón, ocurrida en 2004, terminó con los integrantes de Callejeros tras las rejas y se llevó puesto a Aníbal Ibarra, que fue destituido de su cargo de jefe de Gobierno porteño. Por el momento, el Indio Solari sigue en libertad y, si la Justicia así se lo permite, podrá disfrutar de los millones que amasó ayer, recluido en su mansión.

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