entrevista

Manuel González Gil: “Me negué durante diez años a volver con Los mosqueteros del rey”

Durante años el autor no quiso reponer la obra, pero tras una exitosa temporada en México, con actores de allí, entendió que tenía que volver.

El director y autor Manuel González Gil presenta Los mosqueteros del rey, protagonizada por Nicolás Cabré, Jorge Suárez, Nicolás Scarpino y Fredy Villarreal. Hablamos con él para saber más de la propuesta y el retorno.

—Había muchas ganas y muchos intentos de que volviera este fenómeno, ¿por qué ahora sí?

—No sé. Yo la verdad es que no sé. Hace 31 años la estrené. Hace 10, prácticamente, creo que no pasa una semana que me viene la llamada para que vuelva y todo el tiempo dije que no. Me negué durante 10 años. Hace dos años me la pidieron en México. Y en México la hice con actores octogenarios para los nietos. Actores entrañables de México, y fue un éxito que lo cortó la pandemia, y no pudimos volver, porque hasta a algunos actores se llevó.

—Y ahí te amigaste con la idea...

—Y me amigué con la idea. Dije que se podía hacer y que la gente la disfrutaba y la apreciaba, y la cortó la pandemia. Y cuando me amigué tuve que encontrar a los jugadores. Lo conocí a Nico Cabré, y siempre pensé en Jorge Suárez, pero nunca lo pude encontrar libre, porque es un actor que admiro y siempre está con trabajo.

—¿Habías trabajado con él?

—Nunca. Mirá que lo llamé como diez veces. Pero siempre está trabajando. Es un actor muy valioso. Y esta vez lo encontré libre. Después dí con Nico Scarpino, que estaba en España y lo tenía que convencer, porque estaba muy bien allá. Y lo convencí, me dijo que eso ameritaba que volviera. Y estábamos trabajando con Fredy en 39 escalones. Y para mí Fredy, siendo de otro valor, de otro humor, tienen muchas cosas con las que él transita todo. Así que ahí armé el equipo.

—La obra es parte de la memoria colectiva. Cuando uno habla de teatro, vos tenés muchísimos éxitos, ¿cómo surgió la obra?

—La escribí para chicos y los convencí para hacerla a las 5 de la tarde en el Paseo La Plaza. Y de pronto pasó a la noche y se vendieron dos meses anticipados. Se convirtió en algo que fue más allá de toda la información nuestra. Yo no lo podía creer. Y después fuimos a Mar del Plata. Y yo llego al teatro Colón, con mi esposa, dejo el coche y veo una cola. Digo: “¿Qué es esta cola?”. Y veo una cola de una cuadra y media, pregunto: “¿Esta cola?”. Y me dijeron: “¡Ay, Manuel!”. No la podía asociar a Los mosqueteros. No me entraba en la cabeza. Por cómo había surgido. Fue una cosa que siempre me sorprendió. Y te digo la verdad, creo que fue una de las experiencias más gratificantes de mi profesión. Porque acompañé la gira, y yo me iba a los teatros de provincia, me iba al palco y me entretenía a ver la obra, al público, vos veías tres generaciones, padres, abuelos, nietos, que se reían del mismo chiste.

—Al lado de donde se hace la obra está también Edmond, y ambas tienen algo de la cocina del teatro, ¿qué te pasa cuando a vos te tocó esto de contar un poco el detrás de escena? ¿Hay algo que te gusta contar de ese nudo que por ahí la gente no lo conoce?

—Creo que ese detrás de las profesiones al público le creó una curiosidad.

—¿Qué cosas no contarías, por ejemplo, del detrás de escena? ¿Y qué sí?

—Yo soy como un periodista, y en definitiva son todas conductas humanas que se juntan en un lugar maravilloso, con los actores, y aparecen las grandezas y las bajezas, las pequeñas cosas y las cosas importantes. Todo aparece ahí, es como un espejo. Y si vos lo contás con amor, que es tan increíble notar que, en definitiva, son grandes jugadores que dan su vida, que son capaces de inmolarse para que esa función siga adelante.

—¿Cuál fue el desafío también de traerla a esta época? Porque imagino que por ahí no ha cambiado la ­esencia. Digo, la amistad está presente, ¿no?

—La cosa es que en estos 31 años muchas obras perdieron su gracia, cosas que fueron bastante exitosas antes de ellos, y que no las pude volver a traer. No me atrevería a tocar esos temas como los escribí en ese momento, cosas que decís: “No, no puedo contarlo ya de la misma forma, no hay como eso”. Porque aparte era como una radiografía de ese momento. De ese momento, y que esa mirada hasta políticamente ahora puede ser imponente. Me pasó con Me duele una mujer, que la imaginé unos cinco años antes. Pero con esta obra no me ha pasado. Es juego en estado puro.

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