Rolando Rivas, taxista: la historia de amor que se convirtió en una leyenda

En un repaso histórico por los ciclos, personajes y figuras que marcaron un momento de la TV argentina, diario Hoy recuerda la novela con el guion de Alberto Migré.

Consolidado como un escritor de novelas y producciones televisivas, Alberto Migré fue un elegido para crear éxitos. En este sentido, puso manos a la obra para poder elaborar una historia contundente que diera cuenta del contexto sociopolítico que atravesaba el país.

Así fue que nació la historia de Rolando Rivas, taxista. El elenco estelar estaba liderado por Claudio García Satur y Soledad Silveyra, una pareja sólida que conquistó al público tanto de hombres como mujeres.

Las aventuras comenzaron con un buen hombre llamado Rolando que conducía un taxi y tenía vivencias en la ciudad de la furia. Un buen día, el automóvil es abordado por una joven rubia de veinte años que pertenece a una familia de clase alta, pero es terriblemente triste. Se trata de Mónica Helguera Paz. Ambos se van a enamorar perdidamente e intentarán llevar a cabo una relación, que encontrará más de un percance por el camino.

También se sumaron las locaciones puesto a que la novela se grabó en el corazón de Buenos Aires. Mostraba la nostalgia y las calles, los bares, el centro, y todo era un atractivo perfecto para la audiencia.

Por otra parte, los sentimientos del galán comenzaban a traspasar los rodajes de la ficción y esta situación incomodó a la actriz que estaba casada, tenía dos hijos y ni se le ocurría correrse de ese objetivo.

Lejos de mantener similitudes con las actuales condiciones laborales, por aquellos momentos Migre escribía por diecisiete horas consecutivas y el elenco grababa la misma cantidad de tiempo para poder cumplir con las entregas necesarias.

En un momento dado, Soledad decidió que se abocaría a su familia y presentó a la renuncia al éxito. Así, Migré debió hacer que el personaje la pasara muy mal para luego desaparecer en su totalidad.

De esta manera, la protagonista se fue de viaje, para intentar encontrar la felicidad por otros lados, a pesar de tenerlo todo dada su inmersa fortuna recién heredada.

Es por ello que Nora Cárpena ingresaría en su lugar para interpretar a Natalia, una mujer que terminaría por seducir al taxista y galán de turno que mantenía un noviazgo con una señorita costurera que vive frente a su casa y no cuenta con el aval de su papá.

Rolando y Natalia van a hacerse una buena compañía mientras que el hijo de ella también traerá un atisbo de ternura al culebrón ­costumbrista.

La ficción llegó a mantener cuarenta puntos de rating, se grabó en blanco y negro y mantuvo otras ediciones para países limítrofes como Brasil y Uruguay. Allí fue repuesta con elencos internacionales y también gozaron de notable éxito.

En plena grabación, Argentina transitaba la dictadura cívico-militar y así fue que algunas partes debieron ser editadas porque eran consideradas nocivas.

Sucede que el personaje, hermano de García Satur, militaba en Montoneros, y esta situación del guion disgustó al sistema imperante. Es por ello que esta parte fue borrada y así la novela pudo continuar sin complicaciones.

La secuela en formato de película

Una vez que el éxito llegó a su fin, los productores decidieron no dejar morir al éxito e idearon lo que sería la película sobre Rolando Rivas.

Para ese entonces contaron con la presencia de Soledad Silveyra, que aceptó regresar al rol de Mónica: una adulta que había malgastado su fortuna hasta llegar a la ruina y ejercía como azafata para una importante empresa privada.

En una jornada de trabajo, el taxista llega al aeropuerto para cumplir con un viaje, allí la ve y decide que es hora de ir por su amada. Mientras tanto, atraviesa la viudez puesta a que Natalia ha fallecido y el pequeño Quique ha quedado a su cargo.

Así la historia vuelve a empezar, el amor triunfa y hay buenas nuevas para lo que fue una pareja histórica en la historia de la televisión argentina.

A fines de los 80, Gustavo Garzón y ­Carolina Papaleo dieron inicio a una novela que tomaba destellos de Rolando Rivas y pudieron continuar con esta historia a través de las nuevas ­interpretaciones.

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